Nunca en la historia futbolística de Brasil los puntos de un enfrentamiento con Venezuela fueron tan vitales como los que se jugarán hoy, en la jornada final de las eliminatorias sudamericanas para el Mundial 2002. Brasil, con 27 puntos, requiere con urgencia la victoria para quedarse con la cuarta y última plaza directa que la Fifa concede a Sudamérica para la fase final mundialista. A un punto, en el quinto puesto, Uruguay confía en desalojar a Brasil con la ayuda de Venezuela, en la ciudad de San Luis, y una victoria sobre Argentina en Montevideo. En el quinto puesto de la clasificación está el pasaporte para el repechaje con Australia, que Brasil ve deshonrosa para su larga tradición, estropeada en los últimos años por los malos resultados. Pero si la ayuda que espera Uruguay se concreta con el triunfo de Venezuela y el equipo de Víctor Púa logra viajar directamente y sin escalas a la Copa del Mundo, Brasil habrá sufrido un verdadero colapso futbolístico. Una encuesta del diario O Estado de Sao Paulo concluyó ayer que ocho de cada diez aficionados creen que Brasil no merece ir al mundial. Por el contrario, la confianza de Venezuela para este choque llegó a tal nivel que sus directivos ni se preocuparon en inyectar un estímulo extra a sus seleccionados. Por ello, una victoria ante los brasileños valdrá para el bolsillo de cada jugador venezolano los mismos 5.000 dólares que todos embolsaron por ganarle primero a Uruguay, después a Perú, luego a Chile y el miércoles pasado a Paraguay. En San Luis, una cálida ciudad del noreste brasileño, hinchas venezolanos que llegaron el sábado desde Caracas desfilan alegres por las calles, seguros de su equipo y revelando graciosas cábalas a los periodistas brasileños que los entrevistan. Tras cuatro días de permanencia en San Luis, la delegación venezolana dice sentirse como en Maracaibo, la sede elegida para sus partidos como local en las eliminatorias sudamericanas. Una sensación que difícilmente compartan los jugadores brasileños pues, cuando comenzaron sus tropiezos, cambiaron la sede para evitar el repudio popular: de San Pablo a Río de Janeiro y luego, de Porto Alegre a Curitiba, antes de llegar ahora a San Luis. Si Venezuela no se preocupa en espiar a Brasil, el entrenador Luiz Felipe Scolari tomó recaudos para que sus dirigidos sepan muy bien quiénes son los adversarios. Además de videos, dibujos tácticos y resúmenes técnicos, Scolari dedicó largas charlas a puertas cerradas para reiterar a sus hombres pedidos específicos como la marcación personal sobre el trío ofensivo venezolano formado por Daniel Noriega, Ruberth Morán y Richard Daniel Páez, hijo del técnico venezolano. "Brasil ejercerá una gran presión para ahogar a los venezolanos e impedir que les resulte cómodo el partido. Si ellos sienten que pueden jugar de igual a igual nos complicarán", admitió el entrenador brasileño. Rafael Dudamel, el arquero ex Quilmes que suplirá al lesionado Gilberto Angelucci (pasó por San Lorenzo), dijo ayer que "la preocupación de Venezuela no pasa por la clasificación o eliminación de Brasil". "Vinimos a ganar y cerrar en buena forma nuestra campaña en las eliminatorias", apreció por su parte el defensor Luis Vera.
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