Año CXXXIV
 Nº 49.254
Rosario,
domingo  30 de
septiembre de 2001
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El modelo brasileño, una apuesta que dejó al país al borde del abismo

Marcelo Batiz

Más rápido que lo que muchos imaginaron, la economía brasileña comenzó a transitar en los últimos días por los peligrosos caminos que desde hace varios meses se hicieron familiares en la Argentina, en los que la combinación de recesión, aumento del riesgo país, el fantasma de la cesación de pagos y la recesión se hicieron moneda corriente.
Quienes por estas latitudes abogaban por un supuesto modelo brasileño, debieron resignarse ante la fuerza de algunos datos:
* El déficit del sector público de agosto, incluidos los pagos de servicios de la deuda, llegó a una suma equivalente a los 6.500 millones de dólares, monto similar al de todo el año para la Argentina. En realidad, determinar la suma es una tarea para alquimistas, si se tiene en cuenta que está expresada en reales, una moneda que cambia de cotización todos los días.
* Los vencimientos previstos para el año próximo se acercan a los 50.000 millones de dólares y Brasil no cuenta con la cobertura para todo ese monto, por lo que deberá recurrir a un mercado de capitales decididamente adverso desde los atentados del 11 de setiembre.
* El riesgo brasileño aumentó más de 300 puntos básicos en lo que va de setiembre y ya supera los 1.200, nivel al que llegó la Argentina en julio y que impulsó al ministro de Economía, Domingo Cavallo, a aplicar la política de déficit cero.
* El Banco Central del Brasil recurrió a medidas para frenar la depreciación del real, algo en lo que tuvo una suerte más que adversa en 1998, cuando debió desprenderse de miles de millones de dólares de sus reservas pero no pudo evitar el crac del 13 de enero de 1999.
De más está decir que la preocupación brasileña por evitar una caída mayor del real no es una reacción a las declaraciones de Cavallo. La devaluación está próxima a su punto de inflexión y ya dejaría de ser "competitiva", en razón de que importantes insumos importados se están encareciendo en reales a un ritmo que el poder adquisitivo de la población no puede afrontar.
Brasil consume diariamente 430.000 barriles de petróleo importado. En lo que va del año, la depreciación de su moneda le costó casi 130 millones de reales sólo en este concepto, además de un incremento en el precio del combustible que echa por tierra cualquier intento de controlar la inflación, que para este año podría superar el 6 por ciento.
Este fenómeno, sumado al de una crisis energética sin precedentes, no sólo explica los intentos por contener más devaluaciones, sino también el interés estratégico del presidente Fernando Henrique Cardoso de profundizar las relaciones con su par venezolano Hugo Chávez. Es que hace más de un siglo que la dirigencia brasileña tiene en claro que el interés nacional prevalece sobre las ideologías.
Pero la devaluación trajo consigo otro efecto no deseado. Las utilidades en dólares de muchas compañías se redujeron notoriamente y para varias Brasil ha dejado de ser negocio. Esto puede traducirse -y en algunos casos, en especial el sector eléctrico, ya es una realidad- en caídas de la inversión y, en el futuro, aumento del desempleo. Por caso, el máximo empleador del país resolvió cerrar veinte de sus locales de comidas rápidas.
El desenlace de la crítica situación brasileña tendrá lógicas consecuencias en la economía argentina. Nuestro país destina la cuarta parte de sus exportaciones al país vecino, con el que desde hace una década está embarcado en un proceso de integración regional que, a decir del canciller Adalberto Rodríguez Giavarini, es mucho más que una integración económica.
Pero en lo que a economía se refiere, todo parece indicar que se está a las puertas de definiciones. Los reclamos de la Unión Industrial Argentina de suspender el Mercosur para asegurar su continuidad dan la pauta del estado de confusión en el bloque, así como las dificultades de prever cómo seguirá en el corto y mediano plazo.
Sin embargo, en un mercado sin autoridades supranacionales, es inevitable que se imponga la ley del más fuerte, aún cuando se encuentre numéricamente en minoría. ¿Qué podrían hacer la Argentina, Uruguay y Paraguay si mañana el real se deprecia hasta niveles insospechados? Lo mismo que hasta ahora: nada. No tienen tribunales ante quienes protestar y, lo que es igualmente negativo, no tienen argumentos para protestar, ya que no hay impedimentos legales para que esa devaluación ocurra.


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