Mientras el presidente de Estados Unidos, George Bush, aseguró ayer que su administración está "particularmente preocupada por encontrar una solución sustentable y adecuada" a lo que está ocurriendo en la Argentina, después de más de diez días de arduas negociaciones, el gobierno intentará cerrar mañana un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que le permita poner fin a la crisis de confianza que afronta el país ante la comunidad internacional y que se traduce en una situación financiera que lo coloca al borde de la cesación de pagos. Paralelamente, el ministro de Economía, Domingo Cavallo, sacó provecho del lluvioso sábado: mantuvo sendas reuniones con el presidente Fernando de la Rúa y varios integrantes del gabinete, en la quinta de Olivos, y con un grupo de banqueros locales, para interiorizarlos de la marcha de las negociaciones. En ese marco, el jefe del Palacio de Hacienda reveló que las tratativas estaban "técnicamente" cerradas y que ahora se entraba en una instancia más política, algo que no conformó a los hombres de negocios. También se informó que se abrieron canales de diálogo con funcionarios del Tesoro norteamericano. En tanto, tras afirmar que su gestión está "particularmente preocupada por encontrar una solución sustentable y adecuada a lo que está ocurriendo en la Argentina", Bush ratificó que "sigue de cerca" la evolución de la crisis económica del país (ver aparte). El viceministro de Economía, Daniel Marx, trabajó durante toda la jornada de ayer en la sede de la delegación financiera argentina en Washington, donde se preparó un informe que será presentado mañana a las autoridades del FMI. Junto con Marx se encuentra el secretario de Política Económica, Federico Sturzzeneger. A ellos se sumaron los asesores Guillermo Mondino y Tomás Liendo para dar las puntadas finales a la redacción del documento. La elaboración de un nuevo memorando de entendimiento que contendrá los flamantes compromisos que asumirá la Argentina para acceder a fondos adicionales, con los que intentará salir de la aguda crisis de confianza que enfrenta en los mercados de crédito, es la principal discusión. Los técnicos del FMI quieren incluir de una vez por todas un férreo control sobre las cuentas provinciales y que en las hipótesis de gasto y déficit estén contenidos los desequilibrios de los tesoros del interior. Esto generó controversias con los técnicos argentinos, que intentaron explicar vanamente que la autonomía de las provincias hace imposible una ingerencia de las autoridades federales en los asuntos internos de un Estado. Además, la crisis argentina puso al descubierto una lucha de poder en lo más alto de las finanzas mundiales y provocó que los hombres del FMI no terminen de acordar la aprobación de la ayuda financiera adicional. Horst Koehler, director gerente del Fondo, es uno de los principales condicionantes que tiene el acuerdo. El representante alemán quiere que todos los gobiernos que componen el denominado Grupo de los 7 (G-7) presten su acuerdo para aprobar la asistencia financiera a la Argentina. Las razones son muchas, pero hay una excluyente: la Argentina no cumplió con alguno de los acuerdos anteriores firmados desde la época en que Jacques de Larosiére ocupaba la poltrona del FMI. Pero, además, reverdeció una vieja disputa entre Estados Unidos y los países europeos por el rol que le cabe al Fondo y al Banco Mundial en las crisis financieras. Las negociaciones estuvieron envueltas en un marcado hermetismo y los funcionarios trabajan contrarreloj para lograr asistencia financiera y cambiar el humor de los mercados. Luego de una semana relativamente tranquila, los operadores reaccionaron adversamente hacia los activos argentinos, que registraron fuertes pérdidas y llevaron la tasa de riesgo país por encima de los 1.500 puntos básicos.
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