Alejandro Cachari
Cuenta la leyenda del fútbol que fue pensado para divertir a las masas y que a pesar de que se inició como algo bastante desorganizado y sin demasiadas reglas derivó en el deporte más popular del mundo y tiene en el juego asociado, de conjunto, el principal argumento que se debe esgrimir para tener mayores chances de éxito. También se esgrime que cuando eso no sucede, los picos de rendimiento de algunas individualidades se transforman en vitales para absorber las deficiencias, disimular las falencias y reemplazar las bondades grupales. Dice la demanda de la tribuna que lo trascendente es ganar, por encima de todo. Porque desde el triunfo es mucho más sencillo emparchar las equivocaciones. Sustentan la historia y las estadísticas que a los goleadores hay que respetarlos y que, aunque no la toquen, cuando tienen la chance demuelen cualquier argumento. Central le ganó a Lanús por 2 a 1 a partir de funcionamientos importantes, que sirvieron para sostener un andamiaje que varias veces vaciló. Con el despliegue del uruguayo Vespa y su gol, la personalidad del debutante Muñoz Mustafá, la solvencia de Rivarola y la capacidad goleadora de Pizzi, armó un rompecabezas de pocas piezas, pero más efectivo que el que estuvo del otro lado de la cancha. Lanús fue bastante más como equipo, pero no supo cómo plasmarlo en el resultado. Es más, los granates recién mostraron las uñas y revalidaron aquella sentencia de que vale más el juego de conjunto que el de las individualidades, cuando quedaron 1 a 0 abajo. Por encima del mensaje que se pueda extraer de los canallas en la primera fecha, el toque de Pizzi en el epílogo sirvió para construir una carpa de oxígeno que tiene mucho más valor que cualquier disquisición sobre los merecimientos o las deficiencias del equipo de Jota Jota. Era demasiado importante ganar como para que el resultado, objetivo principal de cualquiera, quede en un segundo plano. El campo de juego en mal estado y la falta de fútbol de alto rendimiento deben tomarse como atenuantes para el debut de auriazules y granates, pero de todas maneras se las arreglaron para armar un partido intenso y bastante entretenido, a pesar de las imprecisiones. Una ráfaga de Central en el final de la primera mitad lo puso muy cerca de la apertura, pero Pontiroli salvó dos veces. Vespa tocó al gol un centro de Arias ingresando vacío por derecha a los 15' del complemento y Bustos definió como los dioses de tres dedos a tres minutos del final. Un perfecto centro de Muñoz Mustafá le quedó a Pizzi para que los tres puntos duerman en Arroyito. Punto y aparte. Las mayores exigencias llegarán con el tiempo. Central tenía que ganar y lo hizo. Aprobado.
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