Rodolfo Parody
Aprietes. Extorsión. Entradas de favor. Barrabravas. Dirigentes. El mundo de Central. Similar al de la mayoría de los clubes del fútbol argentino. Claro que esta vez las declaraciones y susurros de uno u otro lado pusieron al club de Arroyito en la mira de todos. Las versiones cruzadas hacían temer que la presentación oficial de los canallas en el torneo Clausura estuviera cargada de violencia. Las antinomias entre los dos sectores de la barra, Chaperos y Pillines, hacían temer algún tipo de conflicto. Y no sólo entre ellos sino también con la comisión directiva. Nada pasó. Mientras que el grupo liderado por Juan Carlos Bustos no concurrió al Gigante, los de Andrés Bracamonte dieron su aliento ocupando la bandeja baja que da espaldas al club Regatas Rosario. Sin embargo, los golpes no estuvieron ausentes. El clima caliente que padece la entidad auriazul se puso de manifiesto cuando el presidente Víctor Vesco le asestó dos golpes al periodista de Canal 3 Pablo Gavira, molesto ante una consulta sobre la situación con los barrabravas. Esta vez, los que deben tener cordura la perdieron, y de los que se esperaba alguna reacción intempestiva fueron corderos. La figura de Pillín no pasó desapercibida para aquellos que deambulaban una hora antes del comienzo del partido por el sector aledaño a los vestuarios. El caracterizado hincha se prestó a brindar declaraciones a La Red, donde repitió hasta el cansancio que él maneja la barra de abajo (sic), y que en su sector no se cometen ninguna clase de delitos. También hizo referencia a las declaraciones de Juan Carlos Bustos a Ovación acerca de que él "le enseñó a caminar la cancha". Bracamonte manifestó que él "va solo la cancha desde los 12 años", y que "los Chaperos no son más que cuatro". La escenografía estuvo bien diferenciada. Los Pillines ocuparon la tribuna y se dedicaron a alentar el equipo. En ningún momento se hizo referencia en los cantos a la comisión directiva, ni a los Chaperos. Justamente estos últimos no dieron señales de vida, y la bandeja alta mostró espacios vacíos. Pero el que perdió los cabales fue el presidente Vesco. Las imputaciones acerca de sus relaciones con la barra brava parece que cansaron al dirigente de mil batallas, y se descontroló cuando el periodista Pablo Gavira lo quiso consultar acerca del tema. Como respuesta, le pegó un cachetazo en pleno rostro y una patada ante la sorpresa del cronista. Así Arroyito vivió en paz. Los vaticinios de que el Gigante sería un territorio de conflicto no se cumplieron. Porque al margen de la reacción del escribano Vesco, Pillines, Chaperos y dirigentes se dieron una tregua. Al menos por ahora.
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