Dejó la timidez en la puerta de la juguetería. Iván (8 años) no sólo es dicharachero, sino que a pesar de que tiene sólo ocho años se presenta como esos pibes que "se las saben todas". Inquieto, enseguida encuentra con qué jugar: un miniflipper de fútbol. "No me gusta el fútbol porque no sé las reglas, pero el flipper sí me gusta", dice, mientras sigue jugando concentrado. Cada vez que se le escapa una bolita se queja, pero insiste. Después de varios intentos, va a dar una vuelta. "Ahí están los Digimon, que es un dibujito", explica y, como si fuera una tragedia, dice: "Lo peor que me pudo pasar en la vida fue perderme los primeros capítulos". Pasa por al lado del subibaja y dice que ya es "grande para esas cosas", pero se queda prendido con los muñecos de Pokémon. "Me encantan porque son aventuras, y todo lo de aventura me gusta. Mi mamá me contó que eso significa monstruos pequeños de bolsillo", explica con soltura. A las muñecas ni las mira. "No soy una nena, soy bien macho", dice casi enojado. Y cuenta que le gustan "las pistolas que hacen ruido porque parecen de verdad". Es fanático de Jurassic Park "porque es de aventuras", se queda buscando el dinosaurio que más le gusta. "Este está bárbaro. Es el que vuela y además hacen ruido las alas y la boca", grita, y anticipa: "Para el Día del Niño voy a pedirle eso a mi papá". "Los Nintendo, eso sí que está bueno, pero sale como 300 pesos", dice en tono de queja, y cuenta: "Cuando pido algo mi papá a veces dice que es caro, pero otras me lo compra". Después de dar vueltas y vueltas, y explicar como un experto cuáles son los malos y los buenos de todas las series de televisión, vuelve al miniflipper. De ahí nadie lo podrá sacar.
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