¿Habrá algún fin de semana en que el gobierno pueda respirar tranquilo? El oficialismo (aunque hoy salve la ropa en el Senado) transita su errático día a día con la misma sutileza que un elefante en un bazar: suma tantos enemigos como críticas y se deja arrinconar casi al mismo tiempo por radicales, frepasistas, piqueteros, banqueros y calificadoras de riesgo. Resulta inédito que el mejor aliado de Fernando de la Rúa para sacar las castañas del fuego sea el justicialismo. El panorama no puede ser más desolador: los créditos internacionales estarán cortados hasta tanto la política argentina no clave el estilete del ajuste a fondo, sin mensurar en cuestiones de estricta y pulimentada justicia social. Es lo que piden a gritos quienes semana a semana amenazan con el big bang, fogonean la suba del riesgo país y aplastan a la Bolsa. La insoportable olla a presión obligó a los senadores a trabajar con fiebre de sábado a la noche para tratar de hacer ley (hoy o mañana) el déficit cero. Debe decirse: la prudencia de los gobernadores justicialistas le permite a este gobierno seguir sobreviviendo. Si los mandatarios no persuaden a sus legisladores sobre la necesidad de aprobar el ajuste, la Argentina despertará mañana con el fantasma del default golpeando las puertas del Ministerio de Economía. Pero desde el martes, más allá de tener cortados sus créditos, la Argentina tendrá cortadas sus rutas. No es un simple juego dialéctico, se trata de la gran contradicción nacional: la interminable saga de ajustes que soportan los sectores sociales más castigados y la clase media se da de bruces con la ortodoxia que proclaman los que amenazan con enviar al país al cadalso de la cesación de pagos. La debilidad del gobierno y la sorprendente dilapidación de su capital político tras sus continuos juegos de ruleta rusa comienzan, incluso, a poner en un cono de sombras el proceso electoral que deberá desarrollarse en octubre. En algún despacho del Ministerio del Interior se analiza a esta hora la posibilidad de postergar los comicios, aunque sigue sin aparecer el resquicio legal que le dé luz verde a esa opción. "Para que algo renazca, primero tiene que morir", era una máxima de Lao Tsé. La política tradicional argentina parece haber ingresado en una etapa de rigor mortis: la coyuntura transcurre en una meseta donde lo viejo no termina de morir y lo nuevo sigue demorando en nacer. Aunque el Senado le diga hoy que sí al enésimo ajuste.
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