Año CXXXIV
 Nº 49.192
Rosario,
domingo  29 de
julio de 2001
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El estigma del default pone a Argentina en su peor encrucijada

Pablo Kandel

La situación del país obliga a crear un neologismo: la Argentina ha sido defaulteada; es decir, puesta mentalmente en estado de default o cesación de pagos, antes de que esto ocurra, por parte de gurúes macroeconómicos internacionales, banqueros, analistas de inversión y políticos globalizados, quienes la consideran un Estado incapaz de afrontar sus deudas.
O sea que, según ellos, Argentina va al default seguro. Lo llaman "reprogramación ordenada vs. reprogramación salvaje" (de deudas). Se valen para esta coincidencia en la desunión interna; la incapacidad de acordar lineamientos en común ya no entre oficialismo y oposición sino dentro mismo del oficialismo, y la imperturbable progresión de la recesión y la desocupación.
El único que le pone el pecho a las balas es el ministro Domingo Cavallo, quien pregona que no va a haber default ni cesación de pagos ni devaluación; que los argentinos pueden sentarse tranquilos sobre sus ahorros y que en el último trimestre el país va a crecer al 5 por ciento anual.
Pero no es difícil advertir que incluso en el frente interno, su posición va quedando aislada y no recoge demasiados acólitos.
Muchos argentinos, entre ellos, quienes están por lanzar un ambicioso plan de piquetes cortando rutas que intercomunican 50 ciudades, están absolutamente de acuerdo con esos gurúes, como Krugman o Calomiris, en que la cesación de pagos es inevitable, pero llegan a esa conclusión por el camino opuesto: el imperativo de "repudiar la ilegítima deuda externa, que provoca hambre y destrucción", y no se equivocan demasiado.

Al descenso
A su vez, los analistas de riesgo país pertenecientes a las grandes calificadoras, como Standard & Poor's y Moody's la han pasado a la categoría "C", como en cualquier momento puede seguir bajando hasta la "Z", si es que existe, da lo mismo. Muchos de ellos, o ellas, son argentinos, viviendo en Nueva York y contemplan la problemática local con la misma atención que un entomólogo puede estudiar un insecto disecado. ¿Quién sabe si alguno de estos analistas no resulta designado después ministro de Economía, en alguna de esas piruetas que da la política argentina? \El que se pasó en esos calificativos fue el secretario del Tesoro norteamericano, Paul O'Neill, quien había dicho que "hace más de 70 años que Argentina tiene problemas, no ha desarrollado ninguna industria exportadora de importancia y evidentemente a los argentinos les gusta ser así". Después tuvo que atemperar esas declaraciones.
Pero si la propuesta es poner impuestos extraordinarios a los bancos valiéndose de las ganancias también extraordinarias que han tenido, tiene que quedar en claro que todo eso se traslada finalmente sobre el costo del dinero.
Los bancos internacionales tienen movilidad de capitales, pueden seguir invirtiendo o, de lo contrario, pueden irse del país si no les gusta esta excesiva carga impositiva.
Pero cada vez que un productor argentino vaya a pedirles un crédito bancario se encontrará con un portazo en la nariz. Y sin crédito no se saldrá nunca de la crisis.


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