Sobre fines del 90 todo estaba dispuesto para elegir al sucesor de Bilardo. La parada no era sencilla porque se estableció una puja que hasta allí no había existido en las nominaciones anteriores. Existía más de un apellido con consenso. Finalmente, el puesto fue para un típico argentino medio: el popular Coco Basile ganó la pulseada. No era para menos, el ex técnico canalla había obrado el milagro de salir campeón con Racing en la Supercopa. Dato suficientemente robusto como para insertarlo como candidato. Con su andar canchero, tanguero, desfachatado y de bodegón a la hora del cierre, el Coco arrasó con el pasado y puso en la cancha un equipo de muy buen juego acompañado por una táctica de promoción casi siempre infalible; pero con final previsible. Argentina jugó partidos por doquier, generalmente ante adversarios de muy poca monta, juntó un récord invicto superior a los 30 partidos y se forjó una base sólida que supuestamente no desestabilizaría ni al entrenador ni a los jugadores. Con dos Copas América en el bolsillo todo hacía prever que el acceso a EEUU 94 -el verdadero objetivo- era un trámite. El desastre ante Colombia hizo trizas todo en 90'. Llegaron el repechaje, Maradona y una oleada de críticas hacia la imagen y el comportamiento de la selección que se acercaba mucho más a la realidad que a los excesivos elogios recogidos antes. De la mano de Diego, la selección se clasificó sin pena ni gloria en el país del norte y de repente, tras el debut ante Grecia, la sensación de imbatibilidad y título mundial se instalaron muy adentro de los protagonistas. La victoria ante Nigeria profundizó las sensaciones, pero el nuevo dóping de Maradona revivió el efecto Colombia. Argentina se hizo pedazos y se fue del que podía ser "su" Mundial sin pena ni gloria tras caer ante Rumania. En realidad, el Mundial se terminó con Diego. Atrás había quedado su regreso con gloria, la reunión a solas con Ruggeri, las visitas en limosina de Mariana Nannis a Claudio Caniggia en plena concentración y los malabares de los camarógrafos para evitar que cada jugador fuese una propaganda humana con gorritas. Así fue el ciclo Basile: con picos de nivel y profundas depresiones. Ni más ni menos que una extensión de la personalidad del entrenador.
| |