Era comerciante y a los 62 años se jubiló. Después terminó el secundario. A los 66 ingresó a Ciencia Política. A los 71 se graduó. Más tarde cursó tres años en Derecho. Hoy, con 83, perfecciona su inglés en la Facultad de Humanidades. Se llama Francisco Fuentes y dan ganas de gritarle: ¡Maestro!.
Hasta que se jubiló trabajó como comerciante, aunque había comenzado como empleado de la DGI. Cuando se vio liberado de tiempo y con lo necesario para vivir, decidió terminar el bachillerato que había dejado trunco cuando joven. Hasta ahí, parece encomiable pero normal.
Ocurrió que le fue tan bien en los exámenes del bachillerato para adultos que sus docentes lo estimularon a seguir estudiando. "Al principio pensé que me cachaban", se ríe Francisco ahora. Teniendo en cuenta todo lo que siguió, le sobran motivos para reírse.
En 5 años, licenciado
El sueño postergado de sus años mozos fue ir la Universidad. Así que prefirió no seguir pensándolo demasiado y se inscribió en Ciencia Política, ya con 66. Cinco años exactos más tarde se iba con el título de licenciado bajo el brazo, un récord que muchos de sus compañeros jóvenes no alcanzaron.
Dice que su vocación nunca había pasado de ser "un sueño del pibe" porque la temprana necesidad de trabajar y las obligaciones laborales y familiares que vinieron después le impidieron llevarla adelante.
"Recién cuando mis hijos fueron bien grandes y me encontré liberado de tiempo surgió esa posibilidad", dice, y recuerda el respaldo que para ello le dio su esposa mientras vivía.
Tiempo después también lo sedujo Derecho, donde cursó tres años de carrera. "En la facultad me sentí extremadamente bien porque los chicos me trataban de igual a igual, y más de una vez me contuve para no ser siempre el que proponía los trabajos en equipo", recuerda Francisco.
Hoy se sigue viendo con algunos ex compañeros de estudio en los pasillos de la Facultad de Humanidades, donde por estos tiempos perfecciona su inglés junto a unos veinte colegas que ya pasaron los 15.