"Yo alguna vez también fui joven, y a esa edad actuaba en un grupo de teatro de Las Parejas con el que hacíamos presentaciones por los pueblos, como Cañada de Gómez, Casilda y otros de alrededor", dice Pedro Víctor Canullo, de 81 años. Esa vocación de teatrero habría terminado en frustración si no fuera porque este año, medio siglo más tarde, decidió finalmente volver a las tablas. Después de todo no le había ido tan mal. Un tiempo antes de recalar en Rosario, hace 40 años, pasó una temporada en Buenos Aires, donde estrechó amistad con el actor cómico Luis Sandrini. El Profesor Hippie, luego devenido Tirabombas, trató de reafirmarle su vocación y vincularlo al ambiente, pero las exigencias paternas para que se hiciera cargo del negocio familiar volvieron a truncar su carrera teatral. Dice Pedro que la renuncia le había dejado "una inquietud", lo que se llama una asignatura pendiente. Y explica los tantos años que pasó sin atenderla como producto de interminables obligaciones de trabajo, su mudanza final a Rosario y otros avatares de la vida. Después de enviudar, de criar a tres hijos y malcriar a seis nietos, Pedro no quiso perder más tiempo y se inscribió en un taller de teatro de la Secretaría de Cultura municipal. Como es tradición, los jóvenes de la familia se rieron de que el nono se hubiera puesto las pilas. Pero el que ríe último, dicen, ríe mejor. "En el taller hacemos prácticas, ensayos, algunos pequeños ejercicios físicos para ablandar y perfeccionar nuestros movimientos", desgrana, en lo que aparece como una típica rutina actoral. "Cuando uno es joven no le da la dimensión que realmente tiene, pero a esta edad hacer cosas ayuda. En vez de quedarme apoltronado en mi casa esperando a la muerte, digo: la voy a esperar, pero parado, como los árboles". Y en la cita del dramaturgo español Alejandro Casona ("Los árboles mueren de pie") Pedro condensa una idea y cifra su futuro.
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