Florentina Batalla, conocida en el barrio La Tablada como Flora, tiene 73 años. Trabajó como empleada doméstica desde los 10, muchas veces sin descanso y lejos de su familia, pero el cansancio de toda una vida todavía no la frenó. Jura que la horroriza quedarse en su casa "como una viejita" sin hacer nada. Por eso, mientras le "den las piernas", jura que seguirá levantándose cada día de su vida al amanecer y caminará hasta el comedor de Cáritas Niño Jesús para poner un "granito de arena". Si el trabajo para llevar un plato de comida caliente a 500 personas no viene muy pesado, se limita a cebar mate a los otros cocineros. "Siempre me gustó ayudar a la otra gente, me anoto en lo que venga: a veces empanadas o pasta frola para la parroquia, no hay favor que no quiera hacer", asegura.
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