Desafiando el inexorable y temido paso del tiempo y emulando el milagro de San Genaro, tanto el artista como sus admiradores, reeditaron, en el primer año del siglo XXI, su romance. Sandro, que debutó a fines de los 50 y atemorizó primero y deslumbró después con Los de Fuego, hoy está más cerca que nunca de ser el émulo criollo de Elvis Presley. Las cosas volvieron a ser como antes. Como si el tiempo no hubiera transcurrido. El carisma de El Gitano permanece intacto. Y esa mágica conjunción que genera con sus fanáticas no es fácilmente reproducible y eso que muchos han intentado vanamente lograrla. Sandro es mito viviente. Toda una rareza en la necrofílica escena musical criolla. La leyenda asegura que Sandro debuta en Rosario por cábala, y algo de eso hay en la recurrente elección de la cuna de la bandera para sus eternos regresos. Pero es cierto también que al autor de "Rosa, rosa" lo unen profundos lazos afectivos con la ciudad. El no olvida ni olvidará jamás que varios de sus primeros pasos hacia la fama los dio aquí, a orillas de Paraná. Por eso vuelve. Por agradecimiento a los que confiaron en él cuando recién empezaba.
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