Año CXXXIV
 Nº 49.095
Rosario,
domingo  22 de
abril de 2001
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Harry Hayes, de estirpe canalla
Recuerdos y anécdotas de un nueve de antes

Javier Parenti

Era otro fútbol, con las mismas reglas pero distinta manera de vivirlo. Eran tiempos en los que sólo se pensaba en defender la camiseta que los jugadores vestían. No se hablaba de contratos millonarios, de salvadoras transferencias al fútbol europeo y, además, había que trabajar. Epoca en la que las formaciones se conocían de memoria porque los protagonistas difícilmente cambiaban de club. En ese fútbol jugó Harry Hayes, el último de los viejos rosarinos con chapa de grande que hoy puede contar su historia.
Esa que empezó "a los 15 años jugando en la 5ª de Central en 1932. Cuando jugábamos a las 9 de la mañana y el campo de deportes no era el mismo de hoy. Con la pelota de tiento como amiga. Un tiempo en el que había grandes jugadores y más que empezaban a pintar lindo. Si hasta una vez terminamos empatados con Central Córdoba y jugamos la final en cancha de Newell's, donde cobraban 30 centavos la entrada y se recaudó un borderaux de 5.000 pesos. Es que de un lado estaba yo y del otro Vicente Capote de la Mata".
Y a primera llegó "a los 17, en un partido con Newell's. Reemplacé a (Cayetano) Potro, formando parte de la famosa delantera de Central, aquella que formaba con Cagnotti, Gómez, Guzmán, Potro y García. Pero lamentablemente perdimos 3 a 1 en cancha de ellos".
Antes de cumplir los 18, como lo hicieron siempre los grandes jugadores, una edad "en la que si no tenés algo firme en el fútbol de primera tenés que buscar otra cosa. Un futbolista que a los 21 años no juega en primera que vaya a plantar rabanitos", dice Harry desde la sabiduría de sus casi 84 años, y toda su experiencia desde la participación de su Central y Newell's en el profesionalismo de la AFA.
"Entramos en 1939 y teníamos que luchar contra todo. Con los referís, que siempre tiraban para los de Buenos Aires, casi sin hinchas que nos apoyaran porque sólo podían viajar los que tenían pase en tren, porque en ese tiempo no habían ómnibus ni autos como para poder ir. Pero así y todo, se ganaban algunos partidos".
"Como pasó ese mismo año. Cuando salió campeón Independiente y justo a nosotros nos tocó jugar en la penúltima fecha en Avellaneda. Para ellos jugaba Erico, el gran goleador paraguayo (el máximo en la historia de nuestro fútbol profesional), pero no lo pusieron porque preferían reservarlo porque a nosotros no nos tenían en cuenta. Ganarle era una utopía. Como olvidarlo. El referí era Valentín Rey, un petiso que a los 5' nos dio un penal en contra cuando Lescano sólo puso el pecho y no le pegó al delantero. Lo pateó Reuben, quien reemplazaba a Erico, y marcó el gol. Como sería la desesperación de Ignacio Díaz -uno de los líderes de ese equipo- que sacó la pelota del arco y corrió hasta la mitad de la cancha. La puso en el medio y me dijo «Harry, a estos les vamos a ganar». Enseguida empaté yo, al rato Marcovich hizo el segundo y en el complemento hice el tercero. Le ganamos 3 a 1. Igual Independiente salió campeón en la siguiente fecha".
"Al volver a Rosario en el Mitre -una excepción- y al llegar a la distribuidora Quilmes la máquina empezó a tocar pito. Lo que era Rosario Norte, de Ovidio Lagos a Callao, cubierto por hinchas de Central. Una emoción inolvidable".
Al fútbol lo sigue viviendo con ganas. Difícilmente falte a un partido de Central, siempre acompañado de un amigo. El mismo con el que comparte el vermouth del domingo al mediodía, en un escenario que sirvió para el diálogo con Ovacion, en el que contó sus vivencias en el fútbol. "El que no se enseña. El que se puede corregir, pero para el fútbol se nace".


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