La dinastía Hayes comenzó con el padre (también llamado Harry), un gran jugador que fue símbolo de los auriazules a comienzos del siglo, al que su hijo casi no vio jugar. Y continuó en su tío Ennis, que también jugó en la primera de Central, pero que era distinto. Y el ejemplo claro quedó reflejado en dos anécdotas: "Mi papá era una persona en la que su palabra era todo. Tanto que hasta lo padeció mi tío cuando en un partido se gambeteó a todos -como siempre- y se sentó arriba de la pelota adentro del arco. Entonces mi papá llamó al referí y lo hizo echar. Le dijo, hacer el gol sí, pero no burlarse". "La otra ocasión -abunda- fue cuando Central viajó a jugar a Tucumán, contra Atlético, y mi tío se peleó con un compañero por el tema de las cartas. Cuando llegaron a La Banda les dio la valija a los dos y los mandó de vuelta". Lo que no recuerda Harry es haberlo visto jugar. "Me llevaron a su último partido, cuando me sacaron del cine Sol de Mayo, en la avenida Alberdi, pero tenía menos de 8 años y no me acuerdo, es que ya pasaron 76 años". Y el apellido Hayes era tan importante que los dirigentes no quisieron transferirlo "por tradición. Habían ofrecido 30.000 pesos".
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