Una de las características del músico que realizó "De Ushuaia a La Quiaca" es que siempre está al pie del cañón cuando de solidaridad se trata. Sin embargo, esa característica de su personalidad le acarrea algunas críticas y no faltan los que lo acusan de practicar un voluntarismo que no soluciona problemas de fondo sino que resuelve casos aislados. "Yo considero que me fue tan bien que si no hago nada por nadie me muero de culpa. A mí me sonrió la vida desde siempre", confiesa el músico sin ofuscarse por la impertinente elucubración que proyecta una sombra de duda sobre sus intenciones. León, quien en realidad se llama Raúl y se ganó el mote no por ser el rey de la selva sino "porque era el rey de los animales", según lo bautizó un amigo, profundiza la explicación de sus impulsos altruistas. "Desde los 8 ó 9 años vendía empanadas y revistas en el tren que pasaba por mi pueblo, hacía mandados y era repartidor de una carnicería. Tenía un grupo de rock y otro de folclore. Siempre me fue bien y mucho mejor de lo que yo me imaginaba. Por eso considero que no hay nada más bobo que no hacer nunca nada por nadie", enfatizó. "Tengo la facilidad de convocar gente y juntar plata y hay tantas entidades y tantos colegios que necesitan plata o una ayuda...", señaló. Después enumeró algunas de sus empresas a beneficio: "Hicimos un disco para Chiapas, otro para los aborígenes de Pampa del Indio. Ahora estamos haciendo uno para los mapuches y tenemos posibilidades de tocar para las fundaciones de Víctor Jara y de Violeta Parra. Tengo la posibilidad de tocar para el hospital Garrahan, para las Madres de Plaza de Mayo, para los hijos de desaparecidos y para salvar a un chico que si no juntás cinco mil pesos y lo llevás a operar a Cuba, se muere", detalló Gieco para agregar: "Cuando salgo corriendo, hago el recital, juntamos la plata y el pibe se salva, me siento liberado porque hice una cosa más".
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