Año CXXXIV
 Nº 49.066
Rosario,
sábado  24 de
marzo de 2001
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La agonía y el entierro de la mayor gloria científica de Moscú

Fue el final de la más espectacular aventura espacial tras la llegada del hombre a la Luna en 1969. Lanzada a las 00.28.23 hora de Moscú del 20 de febrero de 1986, la legendaria estación vivió una titánica odisea espacial de quince años, un mes, tres días, ocho horas, 28 minutos y trece segundos. El mayor triunfo en la historia de la ciencia rusa fue testigo en el cielo de la caída del muro de Berlín, el fin de la Guerra Fría, el colapso de la URSS y la transición entre dos siglos y milenios.
Pero su afán de supervivencia, que superó a tropezones más de 3.000 fallos, algunos de ellos graves, se rindió más que a la vejez a la inanición por la endémica escasez presupuestaria. En sus quince años de vida, la Mir sirvió de vivienda a 104 astronautas, realizó 23.000 experimentos y dio un total de 86.331 vueltas alrededor de la Tierra.
Tras las seis últimas horas de agonía controlada, directivos e ingenieros de la cosmonáutica rusa se precipitaron a exhibir su capacidad técnica frente a los escépticos que temían algún percance. "La estación orbital Mir ha culminado su vuelo triunfal", declaró enaltecido un portavoz de la Agencia Aeroespacial de Rusia. Yuri Semiónov, diseñador del gigantesco laboratorio de más de 137 toneladas, el mayor complejo jamás puesto en órbita, dijo que la caída "ha sido un éxito" de precisión, aunque reconoció que en los últimos minutos "hubo problemas, que fueron resueltos".
El director de la Agencia Aeroespacial de Rusia, Yuri Kóptiev, agradeció a sus subordinados la operación "modélica", sin "un solo paso ni un solo milímetro" de desviación. "Seguiremos siendo una potencia espacial", prometió Kóptiev al proclamar con satisfacción que "el mundo se ha convencido hoy (por ayer) de que Rusia no sólo sabe construir ingenios espaciales, sino también de la capacidad de dirigirlos y calcular su balística".
Centenares de periodistas y diplomáticos extranjeros invitados expresamente presenciaron la defunción en el Centro de Control de Vuelos, dirigido apropiadamente por Vladímir Soloviov, el primer cosmonauta de la Mir.


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