Luis Augusto García no es un personaje que haya pasado desapercibido en el fútbol colombiano. Envuelto en las miserias de una competencia viciada de sobornos e ilícitos, fue designado para comandar la selección nacional luego del nuevo fracaso del Mundial de Francia 98 bajo la conducción de Hernán Darío Gómez. El Chiqui García tuvo un paso fugaz en el puesto más alto al que puede aspirar un técnico en el 91, cuando fue designado en enero de ese año para reemplazar a Francisco Maturana. Pacho había dejado la conducción luego de la eliminación en Italia 90 a manos de Camerún, en aquel recordado partido en que René Higuita le regaló el segundo gol a Roger Milla. Colombia se despedía así de su segunda Copa del Mundo tras aquella participación en Chile 62. Pero el escándalo en el que se vio involucrado García en esos días, obligó a la Federación Colombiana de Fútbol a pedirle la renuncia, tras lo cual en el 92 nuevamente la dupla Maturana-Hernán Gómez asumió el proceso que llevaría al rotundo fracaso de Estados Unidos 94. El 3 de abril del 91, y tras un partido entre su equipo, Deportes Quindío y Deportivo Cali, el técnico del equipo caleño Jorge Luis Pintos lo denunció públicamente por deshonesto, pero por los acontecimientos de cuatro años antes, cuando el Chiqui dirigía al Millonarios de Rodríguez Gacha, Pintos al Independiente Santa Fe de Bogotá, y lo acusaba de participar directamente en el soborno de árbitros. A partir de esa denuncia, García fue investigado. El juez del partido entre los dos equipos de Bogotá por la ronda final del campeonato, Lorenzo López, fue acusado por uno de sus colaboradores de que le había confesado que García había pagado para dirigir a favor de Millonarios, que fue campeón ese año y al siguiente en los años más calientes del fútbol colombiano, junto al del 89, cuando mataron al árbitro Alvaro Ortega. El Chiqui García salió indemne en todas las veces que, como el caso mencionado, fue acusado de sobornar árbitros. Y hoy, cuando se le pregunta sobre el tema, responde que "nunca se comprobó nada y ya todo lo pasado prescribió", como si la memoria no tuviera ninguna validez. Pero pese a todas las sospechas, García está otra vez al frente de la selección. Como para que quede claro que las cenizas de la verguenza que azotó el fútbol de Colombia aún no se han apagado.
| |