La mafia del narcotráfico y las apuestas en el fútbol colombiano tuvieron tres ribetes trágicos que tocaron directamente a los protagonistas del juego, aunque muchos otros casos rozaron la muerte. Bajo las balas de las organizaciones criminales cayeron entonces dos árbitros y un futbolista: Bernardo Castaño Rincón y Alvaro Ortega en el 89, y Andrés Escobar en el 94. La muerte de Castaño Rincón tuvo escasa repercusión en los medios. Es que el juez dirigía un encuentro por el campeonato de aficionados y la información de entonces daba cuenta de que murió de un paro cardíaco en pleno partido en julio del 89. Sin embargo, su cuerpo apareció con la cabeza rota y magulladuras en todo el cuerpo. No hubo que esperar mucho para que el crimen golpeara, ahora sí, a un árbitro profesional. Y le tocó al cartagenero Alvaro Ortega el 16 de noviembre de ese año, varios días después de de haber dirigido América de Cali 3-Atlético Medellín 2 (el 26 de octubre), en el que había anulado un gol correctamente marcado por el jugador visitante Castro. Ortega fue acribillado de 6 balazos en inmediaciones del hotel Nutibara, de Medellín, mientras se encontraba con el juez Jesús Chucho Díaz. "Quítese Chucho, que esto no es contra usted", le dijeron a Díaz antes de acribillar a su compañero. Y pensar que en noviembre del 88, cuando la mafia de las apuestas había secuestrado al árbitro Armando Pérez como advertencia, Jesús Díaz había dicho: "Lo único que falta es que haya un muerto". Y lo hubo, y dejó el referato. En ese mismo 89, cuando Atlético Nacional de Medellín disputaba la Copa Libertadores, el árbitro uruguayo Juan Daniel Cardellino fue amenazado de muerte en la ciudad colombiana si no pitaba a favor del local en el partido ante Vasco Da Gama. Todos esos sucesos motivaron la suspensión de los campeonatos profesionales en 1990.
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