El partido que valió, ese que animaron los 22 jugadores durante 90 y pico de minutos, fue vivido exactamente igual por los dos técnicos. No demasiadas indicaciones y bastante previsible. El otro, el partido de las suspicacias, de las horas previas, en las que cada uno trabajó en la semana pensando en cómo sacarle al rival una ventaja, tuvo posturas opuestas. La de Ribolzi, que siempre se mostró transparente, y la de Bauza, que intentó la avivada de ocultar a Ezequiel González hasta último momento para crearle sorpresa al Ruso, quien no se inmutó por esa jugada. Mucho nervio, mucha tensión, alguna que otra agarrada de cabeza cuando sus equipos estuvieron a punto de convertir, sobre todo el Patón en la última jugada de David Pérez, dibujaron el paisaje que adornó el banco de relevos. Hasta coincidieron en eso de no tocar a los titulares hasta cerca del final, cuando salieron el Equi y Maceratesi de un lado, y Cobelli y Manso del otro, precisamente los cuatro jugadores cuyas presencias en algún momento se pusieron en duda en la semana previa. Semana previa que se inició con el discurso de Ribolzi de que no había nada que ocultar y que confirmaría el equipo el viernes, y con el de Bauza que aseguraba que se guardaría hasta el domingo. Y aunque el Ruso se demoró un día más de la cuenta por las molestias físicas de Manso, el Patón parecía haber ido sobre sus pasos y el viernes definía a los mismos once que ganaron ante Gimnasia, sin Ezequiel González. Y hasta dio los motivos de su exclusión. Como para continuar con la farsa que muchos compraron, porque hasta ayer nunca hubo motivos para dudar de su palabra, en la planilla pegada en la puerta del vestuario para la prensa figuraba el nombre de Erroz como titular y el del Equi en el banco, pero al entrar a la cancha el orden se invirtió y Ezequiel jugó. El Patón quiso mandarse una avivada de las que podrían atribuírselas a técnicos como Bilardo, pero no sólo no le salió bien porque horas antes ya alguno de sus adláteres lo había delatado, sino que en vista del resultado y del escaso alcance de semejante mentira mediática, pareció no sólo inútil sino irrespetuosa para quienes siempre confiaron en que su palabra no tenía necesidad de ser revisada.
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