En medio de tanta desolación, un oasis: Julio César Saldaña. En un partido que sólo pudo ufanarse de su emotividad, Larry antepuso la cabeza a los pies y poco a poco fue armando una actuación correcta y por encima del resto. No es casualidad que el último representante de la historia más gloriosa de los rojinegros haya sido el mejor. Cumplió con el lógico requisito de pensar antes que jugar. Claro, su cabeza está a años luz de la de los otros 21 protagonistas. Y en esto mucho tiene que ver esa riqueza invalorable llamada experiencia. El despliegue de Julio, el jugador de mayor desgaste físico ayer es bastante más complicado de explicar, o quizás más sencillo. Que el más veterano de la cancha corra más que los chicos está directamente vinculado con su jerarquía y manera de interpretar el fútbol. A Saldaña los clásicos no le pesan. Julio sale y los juega. Casi siempre bien. Si Manso hubiera utilizado un 5 por ciento de la inteligencia que Larry puso al servicio del equipo, Newell's se hubiera quedado con los tres puntos.
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