Año CXXXIV
 Nº 48.958
Rosario,
lunes  04 de
diciembre de 2000
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Cero en jerarquía
El miedo a perder preponderó en un clásico mediocre

Uno de los peores pecados que se puede cometer en el clásico es sentir el miedo a perder. No es más que una demostración de mediocridad. En realidad, ya es tiempo de hartarse de los clásicos temerosos. Ya tienen tantos empates que de ninguna manera puede hablarse bondadosamente de paridad. Parece suficiente. Un clásico sólo calificable de emotivo, como el de ayer en el Coloso, es cuanto menos una desilusión más. Si un Newell's-Central ni siquiera alcanza a ser conmovedor desde el marco y la entrega es difícil de presentar. Es la obligación mínima e imprescindible para responderle al gran acontecimiento futbolero de la ciudad. Pero... Cero a cero otra vez. Empate una vez más. Y van...
Una teoría conformista podría asegurar que en el primer tiempo buscaron el resultado a tontas y a locas; histéricamente más bien. Bonito sería que ni siquiera salieran a ganarse en la primera mitad.
Pero que la persiana se baje a los 10' o 15' del complemento ya es cansador. El que no arriesga pierde y ayer perdieron los dos. Más allá de que los vericuetos político-futbolísticos les ofrezcan una intrascendente, pálida y fría semana posterior sin vencedores y vencidos.
Quizás lo que falló fue el análisis previo, que le dejó apenas un resquicio a la realidad de unos y otros. Lamentablemente, Newell's y Central hicieron una patética demostración de la posición que ocupan en la tabla. De la mitad para abajo. Más mal que bien. Poco y nada. Dudas. Intrascendencia. Miedo.
La historia de leprosos y canallas, que ya cuenta con unos cuantos capítulos preocupantes, algunos mucho peores que el de ayer, merece cierto replanteo para que los miedos no sometan a la pasión. Casi siempre la falla está adentro de la cancha. El grueso del público ofrece todo lo que tiene. Los dirigentes siempre bajan la cortina antes que los jugadores.
Tiro libre de Manso al minuto, volada de Tombolini para tirarla al córner. Maceratesi no llegó por poco a los 9'. Pifia de Cáceres a los 13' que no logró corregir el Rafa de milagro. A los 19' el paraguayo estuvo cerca de ponerle la cabeza a un centro de Charles Pérez. Bernardi le pegó desde adentro del área a los 22' y Tombolini rechazó a medias; Cobelli no llegó. Primer mano a mano ganado por el arquero a los 43' ante el propio Sebastián.
Jugadas obvias, marca asfixiante, centros intrascendentes, rechazos groseros... No se trata de una cuestión estética. Los recursos siempre valen -los legales por cierto- cuando el objetivo está cerca. Pero cuando se le pega de punta y para arriba por temor, la supuesta y pretenciosa argumentación de los estetas tampoco sirve. En esos casos debe hablarse lisa, llana y elegantemente de mediocridad.
Tiro libre de Manso a cualquier lado a los 6' del complemento. Mano a mano de Real a los 27' que tapó Tombolini. Al rebote Cobelli le pegó con la pierna y se fue arriba. Diez minutos más tarde, el rubio la puso de cabeza en el segundo palo y no llegaron ni Real ni Bernardi. Lucas había iniciado la jugada en la mitad de la cancha. De allí vino un córner y la media vuelta de Crosa se fue apenas desviada. A los 90' Loeschbor peinó un tiro de esquina y Charles Pérez no le pudo dar dirección. La pelota terminó milagrosamente en las manos de Cejas.
Clásico que califica, campañas que califican. Mediocridad, miedo y desazón.



Manso apenas tuvo destellos de su buen fútbol.
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