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 lunes, 05 de noviembre de 2007  
Olijuela, la caprichosa

Marcela Isaías / La Capital

En el 2003, cuando se cumplieron 10 años de la aprobación de la ley federal de educación, la ex ministra Susana Decibe me recibió en su coqueta oficina de la calle Córdoba, en Capital Federal, para compartir un balance de la aplicación de la tan criticada norma.

Siempre me llamó la atención la inteligencia y la coherencia con la que la ex funcionaria del menemismo defendía una ley ampliamente rechazada, y se empeñaba en decir que su espíritu no había sido comprendido, además de responsabilizar a la falta de financiamiento como el causante del fatal desenlace para la norma de los 90.

Recuerdo que en esa misma charla Decibe me sorprendió con una anécdota, ya mencionada en otros artículos, pero nada se pierde con repetirla en esta ocasión. En los días en que el Parlamento debatía la aprobación de la ley federal, la primera idea que mantenían los diputados era seguir con la estructura de la primaria y la secundaria como se las conocía, convirtiendo en obligatorio el ciclo básico del secundario (1º y 2º años), sin cambiar nombres.

Pero al parecer en el medio de esas discusiones algún papel, libro o documento que hablaba de la denominación española de EGB y circulaba por las bancas de los legisladores cayó en manos de la senadora tucumana (PJ) Olijuela del Valle Rivas.

Y ella se enamoró. Sí, así de simple y maravilloso: le encantó el nombre de EGB y, tal como recordó Decibe, “se encaprichó para que se llamara EGB y polimodal” la nueva estructura.

Lo que Olijuela no sabía es que muchos otros funcionarios de fácil encantamiento con las palabras difíciles y que les causa cierta fascinación repetirían por miles de veces este capricho. Y lo peor es que lo aplicarían a rajatabla en nombre de una nueva escuela, sumando también una infinidad de siglas, palabras, e inaugurando un nuevo discurso reconocido en especial por la terminación “dad” (institucionalidad, aplicabilidad, modalidad, educabilidad, obligatoriedad, entre otras).

El anuncio en Santa Fe de la implementación del tercer ciclo de la EGB para asegurar los años obligatorios establecidos en la ley es una muestra de esta historia de enredos y desatinos.

Primero llegó la explicación de los distintos modelos que había elegido la provincia para garantizar que la ley se cumpla. Eran notables los esfuerzos de quien por ese entonces era la directora de la Región VI de Educación, Adriana Cantero, para detallar cómo sería “la adecuación a la nueva estructura” que emprendía la provincia: con escuelas de EGB completa que sumaban los 8º y 9º años; con escuelas primarias con convenios de articulación con secundarios cercanos; el tercer ciclo rural con profesores itinerantes y maestros tutores (es lo que mejorcito funcionó) y escuelas que ofrecían el pack completo: nivel inicial, EGB 1, EGB2, EGB 3 y polimodal, en este caso mayormente las privadas.

Los anuncios llegaron con promesas: construcción de nuevas aulas, que se cumplieron con las clases ya empezadas y varias alternativas de paso, como dividir un salón de actos en dos con una mampostería y rogarles a las profesoras que se turnaran para hablar en voz alta; o bien los salones contenedores presentados como verdaderas “aulas móviles” para suplir el retraso en la edificación.

En esas promesas llegaron también los profesores tutores, una buena idea que tuvo sus logros y también salvó a varios docentes de perder su puesto en medio de los cambios.

La enseñanza también benefició por sectores: como siempre los más perjudicados fueron los más pobres quienes, entre otros padeceres, debieron resignarse y esperar la asignación de los cargos docentes necesarios.

Ante semejante confusión, una buena parte de las escuelas primarias que no contaban con la EGB completa desfilaba por medios de prensa, oficinas y cuanto funcionario podía tocar reclamando la totalidad de aulas para sus escuelas.

Pero eso no fue todo. El modelo elegido ni siquiera logró cumplir con la meta principal que tenía de retener y enseñar a los adolescentes en las aulas.

El mayor índice de repitencia se registra –como sucedió históricamente– en el 8º año de la EGB o en el 1º del secundario. En Santa Fe, el 13 por ciento de los chicos hoy repite el año y entran en la antesala del fracaso escolar.

La fragmentación del sistema con tres, cuatro o más planes como pasa actualmente en el polimodal quitó autoridad pedagógica a los propios profesores y directivos para escribir discursos coherentes y hablar en el mismo sentido a una franja de edades que pide a gritos mensajes claros de los adultos.

Casi diez años después de la implementación del tercer ciclo en la provincia (empezó en 1998), la misma Adriana Cantero, pero ahora como ministra, es la que sale a desandar lo hecho y a anunciar cómo será el inicio de una nueva etapa con la apertura de los primeros y segundos años del secundario que contempla la nueva ley de educación nacional. Así, desde hoy ya no se inscribe más al 8º año de la EGB sino al primero de la secundaria y se presentan otra vez nuevos modelos alternativos de convivencia y transición escolares.

El empecinamiento de Olijuela tuvo su fin con la aprobación de la ley nacional de educación en diciembre de 2006 que devuelve la estructura de escuela primaria y secundaria al sistema educativo nacional. Lo que no se sabe es hasta cuándo seguirá el capricho provincial de sostener un doble discurso que puede argumentar tan bien lo que se hizo como lo que hay que hacer ahora.
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