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| miércoles,
26 de
septiembre de
2007 |
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Charlas en el Café del bajo
—”Me gustaría poder decir que me siento orgulloso de ser argentino, pero lamentablemente y ante algunos hechos que son moneda corriente en nuestra vida, esto se hace cada vez más lejano y aunque uno quiera conservar las esperanzas en un cambio de actitud de parte de la gente que nos gobierna, es imposible y hay que terminar diciendo: ¡”Me da vergüenza ser argentino”!
—¡Epa! Se vino con la moral por el piso hoy a tomar el café.
—No, Inocencio, estas palabras le pertenecen a un asiduo lector de nuestra columna, don Leopoldo, que ya en otras oportunidades ha enviado sus comentarios.
—¿Y cuál es la razón por la que está tan decepcionado el hombre?
—Sigue diciendo: “Hice esta introducción para manifestar mi disconformidad con las mentiras que, de manera absurda, se le venden a la sociedad. Con la mayor falta de respecto hacia los individuos que conformamos el pueblo, anuncian un día que por medio de un acuerdo la papa va a costar 1,40 pesos el kilo. Si alguno sabe en qué lugar la venden a ese precio que nos avise. Escuché en un programa radial que en Buenos Aires, en algunos puestos de verduras, para conformar a la “gilada”, había papa partida, casi a punto de pudrirse a ese precio, es la que siempre se destinó a alimentar a los cerdos. ¿No le parece que esto es ser caradura? Yo acabo de pagar el kilo de papas a 3,75 pesos”.
—La medida que el gobierno anunció con bombos y platillos como si fuera un gran logro fue una muestra más de la falta de ética, de la mentira consuetudinaria. Pero no es sólo responsabilidad del gobierno, hay empresarios argentinos que fueron y son seres mezquinos y despreciables.
—Pero don Leopoldo sigue y manifiesta que “para los que desconocen la realidad argentina, existe una nueva enfermedad que la están padeciendo miles de hermanos y que se llama hambre. A causa de la misma se producen muertes anunciadas. El otro día leí en un artículo de un diario de Buenos Aires como a causa del hambre una mujer toba de 46 años, había dejado de existir, el pasado 6 de agosto. Decía la noticia: Se llamaba María del Carmen Moreyra y la misma suerte que ella, tuvo Apolinario Fernández, que vivió y murió en el Paraje Cabeza de Buey a puro mate cocido. Ambos casos forman parte de una docena de muertes ocurridas en el Impenetrable chaqueño en el último mes. Murieron de hambre y frío. Relatan los que vieron los últimos momentos de esta mujer que pasó sus días finales en su rancho atormentada por la tos, el cansancio y el hambre. Ya no hablaba, había perdido las ganas de vivir”.
—Bueno, no hay que viajar al Impenetrable para ver la miseria. El domingo próximo, en esta u otra columna, comentaré lo que vi en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires. Después me dicen algunos que yo veo el vaso medio vacío y no el medio lleno. No, señores, mientras haya un solo ser humano sufriente, uno no puede estar tranquilo ni permanecer indiferente, ni callarse la boca.
Candi II
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"Más allá de ser hincha de Central, el Negro (Olmedo) es un personaje universal, ni canalla ni leproso. Es una enorme falta de respeto para toda la ciudad"
Dante Taparelli
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