Los cigarros Ad Astra

Un tío lo hizo hincha de Newell´s, y otro lo llevó por primera vez a la cancha en una jornada aciaga. Una pasión desde la más temprana infancia

La primera vez que fue a la cancha a ver jugar a Newell”s no es buen recuerdo para Rafael Bielsa. Es que aquel 12 de noviembre de 1960 su equipo perdió 3 a 1 con Independiente y se fue por primera y única vez al descenso. No obstante, con el tiempo, supo extraer una enseñanza de la amarga experiencia. Irse al descenso, escribió, “me enseñó la memoria del futuro (...) irme me obligó a imaginar lo que sería volver”.

Aquella vez fue a la cancha con el tío Pancho. “Todavía recuerdo el olor castaño a chocolate de los cigarros Ad Astra que fumaban en la platea”, recuerda en su libro “La vida en rojo y negro”. Otro pariente, el tío Polo, fue quien lo inició en la “religión” de ser hincha de Newell”s. “Asistió a tantos partidos como la memoria es capaz de almacenar. Incluidos todos aquellos en que Ñuls salió campeón”, dijo de sí mismo.

En la cancha, los Bielsa son un espectáculo aparte. En el caso de Rafael, muchos lo recuerdan caminando por la planta baja de la tribuna, yendo y viniendo de un lado al otro mientras se juega el partido. Y también han quedado en la memoria algunos desplantes. “Una vez, cuando Rafael estaba en la Sigén, fuimos a ver a Newell´s a La Plata contra Gimnasia —cuenta Gabriel Monserrat—. Cuando estábamos llegando, sobre la hora del partido, nos encara un ex directivo de Newell´s, y nos ofrece ir a la platea. Entonces Rafael se para, lo mira serio y le dice: «Escuchame una cosa: nosotros vamos a la popular, de vos no queremos que nos regales ni una platea»”.

En el entretiempo “se la pasó discutiendo y explicando a un grupo de hinchas la posición que teníamos nosotros en contra de (el presidente Eduardo) López, y lo más lindo que esos tipos eran toda gente de López. Me fui a comprar un choripán y a la vuelta había una ronda de tipos y en el medio estaba Rafael, explicándoles nuestra postura política y los proyectos para el club”.

Con Marcelo Bielsa, o el fervor deportivo entendido casi como una religión.