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 lunes, 16 de abril de 2007  
La odisea de cinco puesteros de Carrizales que casi se ahogan

Marcelo Abram / La Capital

Carrizales. —El agua se está retirando y la situación general tiende a normalizarse pero siguen quedando muchas historias dramáticas, tristes y hasta milagrosas de las últimas inundaciones que padeció la provincia. Una es la que les pasó a cinco puesteros de Carrizales —a unos 65 kilómetros de Rosario en el departamento Iriondo— , quienes se salvaron de morir luego de que se les dio vuelta la embarcación mientras recorrían el sector de la cañada de esta localidad y fueron arrastrados por la corriente.

   De los cinco sólo uno sabía nadar y el resto se pudo aferrar al bote, donde permanecieron hasta encallar, para quedar más de siete horas con el agua hasta el cuello.

   Eran cerca de las 20 del sábado 31 de marzo, cuando Hugo Romero, Cristián Ramos, Gonzalo Pedante, Héctor Reynoso y Guillermo Romero tomaron una canoa con motor fuera de borda y se dirigieron a la zona de la cañada a controlar los animales que ellos cuidaban, así llegaron muy cerca del puente de la ruta provincial 10, sobre el arroyo, que para ese entonces era una verdadero río embravecido.

   Tras recorrer la zona y rescatar una yegua que se estaba ahogando, ataron al animal por detrás de la canoa y se dirigieron al sector de las vías que es el más elevado. Pero al llegar al lugar se encontraron con que el agua pasaba con furia por sobre los elevados terraplenes del ferrocarril. Casi sin tiempo para acomodarse, la fuerza de la correntada hizo que la embarcación diera una vuelta de campana.



Momentos dramáticos. Recordaron que, además de la velocidad del agua, era tan alto el nivel que cuando arrastró la canoa estuvieron a punto de tocar los cables de electricidad que pasa por los postes al costado de las vías.

   Una vez en el agua, cuatro de los cinco puesteros se tomaron de la canoa, mientras la corriente los arrastraba, y por otro lado uno de ellos, Gustavo Pedante, se aferró a un bidón que llevaban en la lancha y también fue arrastrado aguas abajo.

   Si bien Pedante es el único de los cinco que sabe nadar, tan sólo podía mover uno de sus brazos: “Hace unos días me topó una vaca y no puedo mover mucho el brazo”, aclaró, y agregó: “Me agarré del bidón, y trate de llegar hasta una zona donde poder caminar, no sé cuánto tiempo me arrastró al agua, pero pude ver que los muchachos se agarraron de la lancha, por lo que sabía que estaban bien”.



En busca de ayuda. El joven logró ganar la improvisada costa a unos tres kilómetros de donde se dio vuelta la lancha y tiritando de frío llegó hasta una casa, donde le dieron ropa seca, y lo llevaron hasta Carrizales.

   Una vez en el pueblo dio la voz de alerta de lo sucedido, y junto con Marcos hermano de los Romero se presentó en la policía para buscar ayuda: “La policía nos decía que ya se deberían haber ahogado, que no querían que nos arriesguemos, porque no quería más víctimas”, contó Romero, y agregó: “A mí nadie me podía parar porque en el agua estaban mis hermanos, así que salimos a buscar una lancha para hallar a los muchachos”.

   Lo cierto es que una persona de la zona rural de Oliveros se presentó en la madrugada con una embarcación, por lo que Romero, Pedante y otro amigo llamado Mario Gaitán empezaron la búsqueda: “Dejé que la corriente me arrastrara porque así el agua me iba a llevar al lugar donde estaban los muchachos”, contó Marcos, y efectivamente en poco tiempo se halló a casi dos kilómetros de distancia con los cuatro amigos parados en un juncal, aferrados al bote: “Si tardaban un poco más no se qué hubiésemos hecho, algunos empezamos a gritar con la esperanza de que alguien nos escuche, pero ya no teníamos fuerza ni para eso”, sostuvo Ramos, y acotó: “El agua seguía creciendo no nos podíamos mover, pensé que era el final, lo único que esperábamos era que el agua subiera y nos llevara a los cuatro”.

   Casi nadie sabía en el pueblo de que los puesteros habían partido a esa zona que está bastante alejada del caso urbano de Carrizales.

   Cuando los hallaron, pasadas las cuatro de la madrugada, los cubrieron con las camperas que traían y los llevaron hasta el pueblo donde recibieron atención médica y se recuperaron.

   La historia con final feliz, que tuvo como protagonistas a los puesteros, es algo de lo que aún hoy se habla en Carrizales y perdurará con el tiempo en la memoria colectiva de lo que pudo haber sido una desgracia y terminó siendo una aventura que sus protagonistas viven para contarlo.
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