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 viernes, 20 de octubre de 2006  
Sigue hasta mañana el I Congreso Nacional y II Regional de Psicología
La crisis de 2001 tembién afectó a las relaciones amorosas
El médico y psicoanalista Emiliano Galende dispara contra la industria de la ansiedad y los psicotrópicos

Laura Vilche / La Capital

"Antes, para aliviar tristezas y angustias por problemas de trabajo o de amor, se recurría a los amigos, padres, pareja, hijos; hoy se echa mano a las pastillas". El diagnóstico lo vertió el médico y psicoanalista Emiliano Galende, uno de los disertantes del I Congreso Nacional y II Regional de Psicología organizado por la Universidad Nacional de Rosario y que tendrá lugar en la ciudad hasta mañana (ver aparte). El profesional habló de cómo afectó la crisis de 2001 a la salud mental de los argentinos y criticó la excesiva medicalización que se hizo de los trastornos emocionales resultantes de ese fenómeno. Y no fue optimista. Aseguró que a cinco años de ese cimbronazo social, económico y político, la demanda de psicotrópicos sigue en alza para adultos, jóvenes y niños.

-¿Que pasó en los servicios de salud mental durante la crisis?

-Aparecieron nuevos trastornos psíquicos: ansiedad, depresiones, pánico, angustias atípicas, desórdenes de conducta más ligados a trastornos de la personalidad. Las tasas de trastornos psicóticos se mantuvieron igual, pero los casos de violencia familiar, por ejemplo, crecieron un 30 por ciento. Lo mismo sucedió con el maltrato hacia los chicos. Fue una prueba clara de que nos enfermamos de acuerdo a cómo vivimos o nos va en la vida; insomnio, trastornos corporales y funcionales, depresiones y adicciones estuvieron a la orden del día.

-¿Y cómo reaccionó ante esto la industria farmacéutica?

-Se anticipó y se preparó para lo que se venía: en el 2001 y 2002 la venta de psicofármacos en el país aumentó un 30 por ciento; se vendieron casi 200 millones de dólares más. Hay investigaciones que demuestran que un 40 por ciento de chicos de entre 12 y 16 años toma alguna píldora, y también se medica a los niños. Los antidepresivos para el dolor y la tristeza, los ansiolíticos, los inductores del sueño o hipnóticos y los estimulantes, hoy son conocidos por todos.

-Y mientras tanto la comercialización no se desaceleró...

-Para nada, el 30 por ciento de los medicamentos que se venden en Argentina son psicofármacos. Y no sólo lo recetan los psiquiatras, sino también los médicos generalistas. La industria quiere vender y la red de vendedores son los médicos. A esto hay que incluir un buen porcentaje de automedicación.

-El panorama es desalentador.

-Es que la salud mental está muy vinculada al bienestar social. Cuando las personas tienen espacios sociales de participación pueden transitar y resolver los problemas de la existencia. Pero la exclusión, la pérdida de las identidades, del trabajo y la vivienda, y las migraciones internas generan soledad. Y muchos no tienen los recursos para ayudarse cuando sufren: no es lo mismo perder el trabajo en un pueblo donde uno tiene diez amigos, que ser boliviano y perderlo en Buenos Aires. Se incrementaron los sufrimientos y se empobrecieron los recursos sociales. Antes, para aliviar tristezas y angustias por problemas de trabajo o de amor, se recurría a los amigos, padres, la pareja, los hijos; pero todas esas relaciones se deterioraron, y cada vez más se echa mano a las pastillas. Por ellas se reemplazaron silenciosamente la charla de café, el gremio, la relación con el vecino.

-¿Y qué pasó con el amor?

-Hubo cambios fundamentalmente en la pareja, divorcios masivos y crisis de la familia patriarcal. Hombres y mujeres tuvieron que comenzar a negociar en qué condiciones formar un vínculo y la continuidad de esa relación. Las mujeres, el sector más postergado, vivieron esto con bastante entusiasmo porque ganaban nuevos espacios. Los hombres quedaron muy desconcertados y frente a tanto cambio de reglas de convivencia reaccionaron de la peor manera: con resentimiento y venganza hacia sus mujeres y niños. De hecho, esa violencia creció mucho.

-¿Todos fueron cambios negativos?

-No, porque si bien se sufre con estos cambios, también se buscaron nuevas formas de relación seguramente mejores a las de la familia tradicional, la del hombre proveedor y la mujer dominada en la casa. O sea, hay mucha soledad, pero los jóvenes construyen formas de pareja más igualitarias, respetuosas y solidarias. Las dos fragilidades, la del trabajo y del amor, provocaron una catástrofe emocional, de identidad; la gente comenzó a buscar estrategias para sobrevivir en la pareja, en el trabajo.

-Cinco años después, ¿dónde llegamos?

-La crisis de 2001 provocó nuevos trastornos psíquicos y de amor. Tenemos una sociedad distinta. Los psicóticos siguen siendo los mismos de siempre, se los sigue atendiendo mal en la Argentina, como hace 200 años; pero ahora las personas padecen peores condiciones de vida: más exigencia y más soledad.
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