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 domingo, 18 de junio de 2006  
[Encuesta]
"Una experiencia siempre única"
Tres escritores cuentan cómo trabajan y qué proponen en sus talleres literarios

Leopoldo Brizuela

1. No estoy en condiciones de generalizar, salvo en un punto: la mayor parte de los "talleres literarios" son coordinados por poetas o narradores de ficción. Es fácil deducir que el taller literario es el lugar de transmisión de un saber doblemente específico: específico porque ha sido adquirido por la experiencia de escribir poemas o ficciones, de reflexionar sobre lo escrito, de corregir e intentar nuevos caminos, de publicar, enriquecerse con la respuesta de los lectores; y específico porque esa experiencia es siempre única, diferente de la del resto de los escritores. Es fácil deducir que esta transmisión no se produce -ni tiene por qué- en la clase de literatura, en la mera lectura crítica. Pero por alguna razón, el "saber" específico del narrador ha sido tan menospreciado últimamente que suele ridiculizárselo, y hasta se niega que exista. Nadie escucha cantar a María Callas, o mira un cuadro de Picasso, o ve actuar a Vanesa Redgrave y lamenta que los tres hayan pasado añares en una academia. ¡Pero con qué resquemor se mira a quien dice que viene "del taller de X..."! Como sea, los trabajos que pueden plantearse para transmitir este saber de "fabbro" que define una manera de mirar el mundo y la literatura consisten, en mi caso, en propuestas de escritura, de práctica de escritura, a partir de recursos que el tallerista desconoce y pueden enriquecerlo. Este ejercicio es sólo un punto de partida. Como en todos los aprendizajes, lo que se aprende es casi siempre mucho más rico, y por suerte casi siempre imprevisible. Por otro lado, un tallerista aprende mucho, creo yo, sólo mirando a un escritor, observando su cotidianeidad, más allá de lo que él quiera enseñarle.

2. No entiendo la metáfora, y temo perderme perorando sobre fábricas, engranajes y bulones. Digo más obviamente: toda escritura es fruto de un aprendizaje, no sólo literario, y ese aprendizaje se nota en la propia "textura". Incluso la obra que se realiza en soledad, o como fruto de la más absoluta autodidáctica. Incluso la imitación, tan menospreciada, aspira fervientemente a la adquisición de un bien, y esa adquisición, al revelarse incompleta, llama a otra imitación que permita una adquisición distinta. Como es obvio, alguien que acuda a un taller literario tomará de quien lo coordine algún tipo de rasgo, modo o manera. ¿Por qué la imitación de César Aira, por ejemplo, sin haber ido a su taller, se considera simpática, pero la imitación de César Aira, habiendo ido a su taller, sería en cambio una ridiculez? ¡Qué de esnobismos!

3. Creo sí, que todo "taller literario" -yo prefiero llamarlos talleres "de narrativa" en mi caso- tiene los días contados. Lo que un escritor puede propiciar que un "tallerista" experimente, en términos de ejercicio, es limitado -como es limitado todo talento, y la cantidad de letras del alfabeto, el número de proposiciones, los elementos sintácticos, etc. El punto es poder detectar cuando se ha llegado al final, y tener la honestidad de decirlo. Decir: "Hasta aquí lo que tengo para mostrar. Elegir, y lo demás: es estrictamente tuyo. Ese diálogo entre lo nombrado y lo que en cada uno aguarda en silencio, llámese imaginación, ruptura o genio."


Hebe Uhart
1. El mío es un taller de cuentos, por lo tanto propongo lectura de cuentos y de crónicas y escritura de cuentos y de crónicas. En una hora se lee y en otra hora se escribe y se hacen señalamientos. Se leen las cosas que yo elijo o que eventualmente ellos eligen. Son talleres grupales. Lo primero que digo es que nunca se sabe cuáles son los efectos de un taller. No quiere decir que vayan a salir escritores ni mucho menos, eso depende de lo que tenga y de lo que ponga cada uno, yo no garantizo que van a salir escritores. Lo que sí es cierto, en general, es que escriben mejor que como venían. Aún los que no pueden escribir aprecian lo que se lee. En general el que no escribe se suele ir, pero ha habido gente que durante un tiempo largo no escribió. Yo tengo las más variadas experiencias en el taller. Hay gente a la cual mi taller no le sirvió, es decir, yo no era la maestra adecuada. Como un chico, me acuerdo, que escribía mejor antes de venir (risas). Necesitaba otra orientación. Después hay gente que hace cambios notables, o que en el medio se traba por algún proceso.

2. Un poquito sí. Yo he dado mucho crónica -sobre todo crónica brasileña, que me gusta mucho- y muchos escriben crónica. Marcas siempre hay.

3. Hay un momento final. Pero los que han sido alumnos del taller y han publicado, por ejemplo, después vuelven para ver qué me parece, como que piden un consejo, pero eso lo hace todo el mundo. Es como cualquier otra cosa: algunos dejan de venir y después vuelven como amigos, a charlar; hay quienes dejan y retoman. Todas las variantes de conducta que se puedan imaginar.


Beatriz Vignoli
1. Aquí, fundamentalmente, un trabajo de reescritura. Mi taller es de clínica de obra, es decir: de lo que se trata es de guiar procesos de reescritura. El desafío es recorrer ese camino que va de la mera producción de un texto tras otro a la escritura de una obra como un conjunto de trabajos literarios. A menudo partimos de borradores o de textos casi terminados a los que el autor o autora sienten que "les falta" algo para llegar a ser un cuento, un poema, un libro o una novela publicables. Suele suceder que en realidad les sobra aquello que los poetas de antes llamaban ripio, y entonces el trabajo conjunto es de "pulido"; de modo que resulta muy adecuado, en este caso, el término de "taller". En otros casos, de lo que se trata es de ayudar al autor a ahondar en su propia conciencia estética, buscando una definición de conjunto del cuerpo de obra que trae. Dialogamos sobre tres ejes: sus textos, su poética particular; la tradición, el estilo y el género literario en los cuales éstos se inscribirían, y lo específico de un texto literario. El armado de un libro suele ser el siguiente paso. También sugiero lecturas, menos como trabajo que como un placer.

2. Siempre te das cuenta de que un texto es de alguien que pasó por un taller por lo bien que está escrito, así sea en un sentido básico del buen escribir: gramática, ortografía, puntuación, técnica narrativa. Cada vez se ve más: es como si estuviera desapareciendo la escritura salvaje. Como tallerista, en vez de imponer un molde de fábrica, trato de que mi trabajo se parezca al de una buena peluquera: recorto respetando la onda natural de cada cabeza en particular.

3. Lo ideal, en mi opinión, es que el autor se independice. Esto sucede cuando logra insertarse en el campo literario, a través del hecho de empezar a publicar.
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