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 domingo, 11 de junio de 2006  
[primera persona]
Juana Bignozzi: "Me siento la voz de una clase"
Es una de las grandes poetas argentinas. Cuestiona el desinterés por la política y la falta de cuestionamiento. "La militancia ha desaparecido", dice

Angel Oliva

En el año 2004, después de 30 años en el extranjero, Juana Bignozzi regresó a la Argentina. En su larga estadía dice haber permanecido impermeable a la influencia cultural catalana y española: "Yo siempre digo que viví en Barcelona como si hubiera vivido en Bagdad. Cerraba las persianas y ese lugar, que me pareció horrible desde el día que llegué, no existía para mí". Aquella que en 1959 fuera la única poeta mujer miembro de "El pan duro", proyecto aditorial y militante ligado al Partido Comunista, junto a nombres como Juan Gelman, Héctor Negro y Hugo Di Taranto, y que representara una voz central en la poesía femenina a partir de los años 60 junto a Alejandra Pizarnik, Olga Orozco y Susana Thénon, sostiene que su poesía actual no tiene grandes diferencias con la pasada.

Portadora de una sostenida obra poética con libros como "Mujer de cierto orden", "Regreso a la patria", "Partida de las grandes líneas", "La ley tu ley", entre otros, Juana Bignozzi, estuvo en Rosario en el marco del ciclo "Poesía y generación", organizado por la Casa de la Poesía y conversó con Señales sobre temas como el vínculo sobre poesía y política, su manera de pensar la poesía de la mujer, su pasado militante y la poesía actual.

-¿Cual sería hoy el vínculo entre poesía y política?

-Yo creo que hoy en la ausencia total de ese vínculo es donde está más presente. Es decir la poesía de hoy tiene alguna filiación política, no es una filiación militante. Eso ha terminado. Es una filiación o ideológica -para ser muy generosos- o sentimental con el peronismo y con todo este tipo de cosas. Te cuento una anécdota: hace dos o tres días he tenido una discusión muy fea con una persona joven a la que yo he orientado mucho. Yo le dije: "a veces hay que pensar en el otro". Y la respuesta fue "no tengo tiempo". Y no hablo de beneficencia -yo he odiado toda la vida la beneficencia- sino de compromiso con el otro, de involucrarse en una acción mínima para la sociedad. Pero ahí vienen los resentimientos: "aquel no me publicó", "el otro no me llamó al festival". Mi generación tenía una connotación militante muy grande. Ahora la poca gente que tiene una filiación es sentimental o ideológica. La militancia ha desaparecido. Además ha desaparecido de una manera que se nota en la poesía. Ha desaparecido en el compromiso con el afuera. Si vos leés mucha de la poesía joven -digamos hasta los cuarenta años- el afuera no existe.

-¿Usted dice que ahora hay mucha intimidad?

-Hay y no hay intimidad, porque tenés que ser muy grande para tener la intimidad, a veces es simplemente una tontería lo que hay. No hay una mirada, el entorno no existe, el afuera no existe. Y la solución es: "bueno sí, es así, son cosas que pasan" No, no es así. No pasa eso en la plástica, los plásticos muy jóvenes tienen una imagen muy comprometida y muy linda. La imagen ayuda a ser más militante que la palabra. Pero yo pienso que eso es lo que está pasando. Es decir, han arrasado, la dictadura arrasó en la cultura, con lo cual -hablando de poesía- la gente no conoce los antecedentes de poetas sociales, no tienen un ejemplo de poetas sociales. Se asombran ante cualquier cosa. Y les enseñaron a estar en su casa y a cuidarse. Incluso hay un cierto feminismo, que es el feminismo que a veces más se ve pero que no sirve para nada, que quiere ese retorno a las raíces, a la familia.

-¿Hay una tradición en la Argentina de poesía femenina?

-No, no hay ni en Alejandra Pizarnik. En las del 60 -Thenón, Alejandra, yo, que vinimos a ser las últimas en esa posición, las últimas mujeres en pie de igualdad- no había ese discurso, había un discurso de cuestionar el poder, de tener los espacios de poder. Cuando vos te dedicás al jardincito, a la sartén y a tus hijos, el afuera se lo dejás al enemigo, sea éste la dictadura, los hombres, lo que vos quieras llamar. Ahora, ¿qué es una sensibilidad femenina? Yo tengo la misma sensibilidad que un hombre, a veces mejor y a veces peor. Vos leés a Alejandra y esos poemas fueron escritos por una mujer, entendés, no hay duda, vos no dudás que lo mío está escrito por una mujer pero no está eso de haber convertido en ideología cualquier cosa. Este es el signo de los tiempos: todo se ha convertido en ideología, y eso no sirve.

-¿Cómo recuerda el trabajo editorial de "El pan duro"?

-No, fue un trabajo militante, fue un hermoso trabajo del partido, de los frentes. Esa experiencia tiene un valor político, después la poética de los componentes ya sabemos la desgracia que ha pasado, han desaparecido.

-¿Y eran poéticas diversas además?

-Nosotros jamás tuvimos problema con la poesía porque la reunión era de otro tipo: era para difundir, para hacer recitales, para defender posiciones de izquierda, no todos eran del Partido (Comunista). Nos leíamos, nos conocíamos muy bien poéticamente. Yo creo que de mí pensaban pésimo, pero la discusión pasaba sobre la ética de la acción poética. Después cada uno escribía como quería, el otro pensaba mal de lo que escribía, no lo decía porque no era un taller, no era una editorial. Era un trabajo de difusión.

-Haber vivido treinta años en Barcelona, ¿de qué modo influyó sobre su escritura?

-Nada, nada. Yo siempre digo que viví en Barcelona como si hubiera vivido en Bagdad. Cerraba las persianas y ese lugar, que me pareció horrible desde el día que llegué, no existía para mí. No tengo acento, no he incorporado nada. A veces, ahora, sí me pasa un poco con las palabras concretas. Como cuando llegué allá, que decía "quiero duraznos", y me miraban, de pronto acá digo "melocotón". Pero no, para mí yo viví en Buenos Aires, los treinta años de Barcelona yo viví en Buenos Aires.

-¿Fue impermeable la escritura respecto de Barcelona?

-Total, para mí fue impermeable porque en principio ellos son pésimos poetas. Históricamente están muy atrasados en relación a nosotros, es otra cultura poética. No tienen grandes poetas. Porque, contra lo que se piensa, España es un país de pintores, no de poetas. Tiene cumbres, tiene a Cernuda, a Quevedo, pero no tiene un movimiento continuado, después pasan sesenta, setenta años de silencio. A mí nunca me interesó lo que ellos hacían, y yo no les interesé a ellos. Nunca supieron que era poeta. Tuve la desgracia de que lo supieran porque Martín Prieto hizo una nota en El País. Y ahí tuve que escuchar algunas estupideces. Pero no sabían que era poeta, nadie sabía que era poeta.

-¿Cómo define su poesía teniendo en cuenta los distintos momentos de su obra?

-Yo creo que mi poesía es un continuo, no tiene grandes diferencias. Ahora estoy haciendo algunos libros, los de pintura que son diferentes, pero no es una ruptura, es otra temática. Pero yo creo que siempre quise hacer una poesía ideológica, no tengo voz para una poesía militante. Debo decir que el 90% de los que escriben poesía militante no tienen voz para la poesía militante y sale ese horror que sale. Hay que tener una voz para la poesía política, exactamente política y militante, sino te queda una cosa hueca, declamatoria. Yo nunca escribí poemas ni a El Salvador, ni a Guatemala. Yo quise siempre y ahora en los nuevos poemas sigo con lo mismo, hablar de las clases, que ahora se ha olvidado tanto, hablar de la ideología, hablar de que pese a todo hay una clase, aunque ahora no se llame clase, que es la que va a tomar la delantera cuando en un país hay tantos muertos de hambre eso va a tomar la delantera en algún momento. Como yo soy un poco esnob, hablo mucho de la cultura, de lo que ha sido mi vida, de lo que es mi vida, pero mi poesía es ideológica.

-Pero pareciera que el vehículo de esa ideología no es directamente la ideología misma, sino, por ejemplo la ironía, las relaciones personales afectivas.

-Claro, porque yo creo que hay lucha de clases hasta en los matrimonios. Entonces si vos hablás de tu vida y tenés esa visión de la vida, la ideología va a salir siempre. Es decir yo me siento la voz de una clase social, la voz de una típica chica proletaria que a través de la cultura llegó a otra cosa. Porque en otra época, a diferencia de ahora, se creía que la cultura era la única forma de cambiar de clase, que por la cultura se accedía a otra cosa.
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Advertencia. "Todo se ha converido en ideología, y eso no sirve", dice Juana Bignozzi.

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