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 domingo, 11 de junio de 2006  
[Lecturas]
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Testimonio. "Memorias de una presa política", de La Lopre. Norma, Buenos Aires, 2006, 335 páginas, $32.

Osvadlo Aguirre / La Capital

Graciela Lo Prete llegó a París a fines de 1977. Unos meses antes había sido liberada por la dictadura militar, después de pasar dos años en prisión. Tenía un manuscrito que había empezado a escribir en la cárcel y en el que continuó trabajando. Seguía en Francia y seguía con su manuscrito el 19 de agosto de 1983, cuando se suicidó, tres meses antes de cumplir cuarenta años.

Lo Prete, o La Lopre, como la llamaban sus compañeras, no alcanzó a terminar su libro. El relato concluye en la mitad de la transcripción de una carta donde su compañero le cuenta un sueño. No se sabe cuál era el plan de la obra, hasta dónde se extenderían sus memorias. Pero más allá de los interrogantes y del final abrupto, no parece haber ningún defecto de composición: al contrario, desde el primer momento el texto impone un registro notable, extraordinariamente intenso y rico en observaciones y detalles, de la experiencia de las presas políticas durante los años 70.

El relato, organizado en dos partes, transcurre en la cárcel de Villa Devoto entre julio de 1975, cuando Lo Prete cae detenida, y febrero de 1976. Un período breve, pero tan cargado de acontecimientos que parece extenderse mucho más allá en la lectura. La mirada de la narradora, aquello que hace únicas a estas memorias, queda en claro desde la primera impresión: "Sentí sobre la piel el algodón burdo de las sábanas como si fuera un hilo finísimo. Veía los veinte bultos de las mujeres durmiendo recortándose en la penumbra, escuchaba su respiración. Me sentí enteramente feliz".

En la rutina de la prisión, en los pequeños actos solidarios, en las discusiones, Lo Prete descubre algo que la atrae. La continuidad entre su vida y la situación en que se encuentra, en principio, pero sobre todo un renacimiento. Ante las compañeras organizadas para la lectura, o los recreos, o la administración de los víveres y las comidas, "no quería perderme ningún hecho, ninguna palabra", dice, y en ese propósito está en el origen de su escritura.

Loprete define su detención como un accidente. Había militado en Vanguardia Comunista, un grupo maoísta que se oponía a la lucha armada, pero estaba desligada de actividades concretas y su encarcelamiento se produjo como arrastre del de su compañero. En esa circunstancia descubre una característica común con otras mujeres. Sin embargo, la militancia es el acontecimiento central en su vida, el motivo de una entrega absoluta y el de un desencanto fundado en la comprobación, por experiencia propia, de ciertos absurdos y dogmatismos de la izquierda (en este sentido se destaca el relato de su "proletarización", cuando trabaja como obrera en una fábrica textil). "Siempre me encontré con la política cuando más preocupada estaba por darle un sentido a mi vida, o cuanto más sola estaba", dice. Es una marca de identidad, como se observa cuando su padre le propone alegar insanía para zafar de la causa judicial en que está involucrada: aceptar ese recurso hubiera sido renegar de una parte de sí misma.

En la cárcel el encuentro con la política asume nuevas características. La relación con las presas del Partido Revolucionario de los Trabajadores y de Montoneros se vuelve cada vez más distante, a la vez que se endurecen las condiciones de detención. La falta de democracia, el triunfalismo, la contradicción entre "las necesidades de las organizaciones" y la de las personas que las sostienen, y la exacerbación de la vía armada son objeto de críticas que convencen por la misma razón que convence la descripción de las visitas, o de las carceleras, o de la historia puntual de una compañera: por el relato estricto de los hechos, sin consignas, sin impostaciones, con una aptitud notable para la captación de los detalles concretos, los incidentes mínimos, los gestos y las frases en apariencia comunes pero que se vuelven reveladoras.

"Estas memorias -explica en el prólogo Cristina Feijoó- se publican tal y como fueron encontradas; las únicas modificaciones hechas al original consisten en la sustitución de nombres propios por seudónimos, con el fin de preservar identidades". No obstante, en el epílogo son identificadas las ex detenidas que compartieron la experiencia carcelaria con Lo Prete y luego, asumiendo su libro como un legado, lo preservaron e impulsaron la edición. Lamentablemente, otros de los protagonistas -por ejemplo "César", el compañero de Lo Prete, una referencia importante- permanecen en el anonimato.

"Yo quería entregar algo a esas mujeres y a la vez quería manifestarme yo misma", dice Graciela Lo Prete. Ese deseo parece la clave de su relato, el don de una voz donde hablan muchas otras voces. "Memorias de una presa política" es un libro de lectura indispensable.
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