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 domingo, 14 de mayo de 2006  
Reflexiones
Una diputada al arcón

Carlos Duclós / La Capital

Razón no le falta a Agustín Rossi, el presidente del bloque de Diputados del Frente para la Victoria, al reclamar coherencia a la hora de las actitudes políticas. No se puede llegar al poder de manos del oficialismo y estar en contra de las políticas del oficialismo, especialmente cuando estas son adecuadas y buscan satisfacer las necesidades populares. La política del presidente Kirchner y su gobierno, en materia agropecuaria y fundamentalmente en lo que concierne a la defensa del consumidor en la cuestión de la carne, es acertada y debe ser apoyada. Por eso lo de María del Carmen Alarcón, para muchos peronistas (y aún no peronistas) es incomprensible, especialmente tratándose de una mujer que llegó a la Cámara de Diputados de la mano de un partido que históricamente levantó las banderas de la justicia social, de la defensa de los más débiles, de los derechos del pueblo conculcado, que repudió los movimientos de la oligarquía tendientes a obtener beneficios y ganacias a costa de los trabajadores y a cualquier precio. Un dirigente rosarino del Ari dijo, no sin ironía, "que ni a Muniagurria (el ex reutemista, dirigente ruralista y ahora en las filas del macrismo) se lo escuchó despotricar contra las medidas del gobierno y contra Reutemann como a Alarcón". ¿Qué se le adjudica a esta mujer que llegando de la mano de Reutemann a la Cámara de Diputados ahora, en una actitud bastante desatinada y desleal, lo tilda de miedoso? Primero las fuertes críticas al secretario de Agricultura Miguel Campos e incluso, sostienen algunos, el haberse ofrecido como testigo a favor del sector frigorífico en determinadas causas. Segundo estar en contra o entorpecer la salida de medidas solicitadas o presentadas por el gobierno en la Comisión de Agricultura para impedir que los grandes operadores perjudiquen con sus líneas comerciales y acciones a la sociedad mediante la aplicación de precios altos e injustos o se provoquen desfasajes en desmedro de los productores. De hecho, por ejemplo, se le achaca a Alarcón haber obstaculizado todas las medidas gubernamentales tendientes a poner fin a las políticas comerciales y reclamos injustos de la multinacional Monsanto por el pago de regalías del gen RR, cuestión que no sólo el gobierno, sino muchos entendidos consideran impropias. Las acciones de amparo de esta multinacional, frenando el desembarco de granos argentinos en todo el mundo, habría perjudicado a la producción del país, tanto que muchos operadores advirtieron que ello podría determinar que baje el precio de la soja. Otra de las cosas que se le endilga a la diputada Alarcón es responder a grupos de grandes terratenientes, a través del ex diputado Miguel Saredi, integrante y al parecer fundador de Pampa Sur, organismo que intentó, sin éxito, imponer su candidato en la Secretaría de Agricultura. No son pocas cosas y no carecen de importancia los cuestionamientos a la legisladora santafesina.


La cuestión de la carne
Antes que hablar de la cuestión de la carne, es dable decir que afortunadamente el campo argentino vive una bonanza pocas veces vista en las últimas décadas. Se lo merecen los productores agropecuarios, especialmente los pequeños y medianos productores, quienes durante mucho tiempo debieron padecer sobremanera para sobrevivir, sin olvidar que muchos desaparecieron. No debe olvidarse tampoco, sería una injusticia ello, que esta bonanza se debe a una política de gobierno que el presidente Kirchner mantuvo y mantiene basada en un tipo de cambio que, dígase sin ambages, trasladó y traslada algunos perjuicios a una vasta población que soporta la carga con estoicismo y muchas veces con pena. Pero si el esfuerzo sirve para la grandeza de la Nación seguramente, y con la esperanza de que la bonanza le llegue también a esa población, el esfuerzo seguirá haciéndose. Lo que no parece demasiado justo es que algunos sectores, calificados y conocidos históricamente como la oligarquía, pretendan seguir en el camino de la riqueza desenfrenada a costa del hambre del pueblo. Los discursos de estos sectores, a los que se suman hoy algunos intermediarios, que a cualquier costo caminan por sobre el sudor de productores y ciudadanos, son intolerables. Los aprietes a los que se somete al actual gobierno de la Nación mediante la amenaza de paros agropecuarios y despidos de trabajadores de frigoríficos son repugnantes. Con una voracidad que espanta, cierto sector piensa sólo en las ganancias que dejan las exportaciones, olvidando la pena que supone para millones de seres humanos argentinos no poder comer un bocado de carne porque el precio es absolutamente inalcanzable. A tanto llega la desvergüenza, que se ha escuchado a un dirigente de una "lustrosa sociedad ruralista" proponer últimamente: "Que se importe carne de otro país".

El papel de la oposición política al gobierno, por otra parte, ha sido deplorable en este tema. Se escuchó la triste y penosa cantinela de siempre: "La política del gobierno es desacertada y atenta contra la producción". Un discurso hipócrita de estas características es sólo comprensible en quienes representan al poder insensible de la élite, en los fundamentalistas económicos, en desinformados, o en los que hacen mera política electoral, pero no en aquellos que saben que el problema del negocio de la carne argentina no nace ahora, sino con las disputas en la época de la organización nacional, con los saladeros y estancieros y sigue con ese minúsculo sector que llegó hasta matar en el propio Senado de la Nación con tal de defender sus oscuros intereses. Decía en esos lúgubres días Lisandro de la Torre: "Si los ganaderos argentinos pudieran mandar directamente sus carnes a Gran Bretaña, obtendrían altos precios. Pero, el gobierno argentino y el gobierno inglés, de común acuerdo (pacto Roca-Runciman), no lo permiten: les imponen la exportación por medio de intermediarios, y éstos -los frigoríficos- se quedan con toda la utilidad". Y remataba: "Aquí las cosas pasan como en el mejor de los mundos". El desparpajo de algunos y la influencia de otros en torno a la cuestión carne, estimado lector, no es nuevo.

Por eso no se puede esconder la realidad, no es posible echar siempre la culpa al gobierno, con miras al rédito político, en temas en los que el poder, históricamente, lo detentó un minúsculo grupo de personas, poderoso, que pergeñó y ajustó políticas a su gusto mediante influencias o coacciones. Quien esto escribe, ha criticado en estas columnas algunas cuestiones y medidas del gobierno nacional, pero no es justo cuestionar una medida gubernamental y el coraje de pretender poner fin a un estado de cosas inadmisibles. Se trata del derecho a la vida digna y algunos señores no parecen (o no quieren) entender ello, persistiendo con sus actitudes de pasmoso egoísmo. En el país de la carne, es tristísimo que se deban pagar los precios que hoy se exhiben en las góndolas y de esto no se le puede culpar al gobierno y más triste aún que mueran chicos por desnutrición o la padezcan. De modo que es justo lo de Rossi, porque como dice el Evangelio: "No se puede servir a Dios y a Mamón (diablo)" O se está con las políticas que benefician al pueblo o deben irse y es hora de que algunos opositores, en una actitud patriótica y no politicucha destinada a ganar imagen y votos, abandonen el histórico cuento chino de las "políticas equivocadas que devastan la producción" cuando históricamente fueron los señores insensibles e influyentes de la "élite" los que condenaron al hambre a millones de argentinos.


Si te he visto, no me acuerdo
En toda esta cuestión, muy injustamente, Alarcón lo involucró al senador nacional Carlos Alberto Reutemann diciendo que era un miedoso primero, tildándolo luego elípticamente de no contar las cosas tal como fueron. La verdad es que ni una cosa ni la otra. Primero: ¿hubiera sido sensato que Reutemann no apoyara una medida gubernamental que defiende los intereses de los argentinos? Segundo: el senador dijo que hacía mucho tiempo que no veía a la diputada y ésta sostuvo que no era así y afirmó que había estado con él hacía unos días atrás. Después se supo que la legisladora había concurrido con un grupo de dirigentes unos minutos a su despacho para saludarlo por su cumpleaños. ¿Eso es "estar"?

Para finalizar recordemos algunas de los significados de arcón: "Caja, comúnmente de madera sin forrar y con tapa llana que aseguran varios goznes o bisagras por uno de los lados, y uno o más candados o cerraduras por el opuesto". En este caso al arcón, por lo general ubicado en las buhardillas, se lo utiliza para guardar objetos que no cumplen ya un fin útil. Otra acepción es "ataúd" y metafóricamente podría ser usado el término para graficar el lugar donde se guardan los cadáveres políticos. Como quiera que sea, parece que una diputada, de actuación poco afortunada, ha sido enviada o está en vías de serlo -para muchos justamente- "al arcón".


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