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 domingo, 09 de abril de 2006  
Editorial
Salarios, inflación y equilibrio

El actual escenario económico está marcado a fuego por una de las consecuencias más paradójicas de la reactivación: la creciente presión gremial por aumentos de salario compensadores de la inflación que genera la mayor demanda. En ese ríspido terreno el presidente no ha dudado en intervenir en persona. Se necesita mucho cuidado para evitar injustas asimetrías.

Una de las más graves consecuencias del estallido de la crisis en diciembre de 2001 y la posterior devaluación del peso, con su obvio correlato inflacionario, fue el profundo deterioro que sufrieron los sueldos de los trabajadores argentinos. En el marco del actual proceso de verificable recuperación de la economía, con mejoras en todos los índices, uno de los principales objetivos que se ha fijado la estrategia del gobierno es la recuperación del poder adquisitivo perdido. Con la fuerte presión de los sindicatos -que han recuperado gran parte de su antigua y decisiva influencia en la sociedad- por mejoras inmediatas en los ingresos, el diecinueve por ciento de aumento que consiguió el gremio de los camioneros se convirtió en una de las principales noticias de la semana que termina, con la presencia estelar del propio presidente Kirchner para resolver una complicada negociación.

La clave para resolver la puja entre la amenaza inflacionaria y el lógico reclamo de los asalariados es mantener el equilibrio. Es que, tal como bien lo sabe el jefe del Estado, lo que se diluyó como nieve bajo el sol al caer la convertibilidad tras largos años de recesión no se podrá recobrar de la noche a la mañana. Y si bien de manera muy atinada Kirchner se preocupó de remarcar en persona que "los trabajadores no generan inflación", sin dudas y como contrapartida el mandatario es consciente de que los aumentos irresponsables terminan por convertir al dinero en papel picado.

Tampoco resulta justo que aquellos gremios que poseen poder de presión directa sobre la sociedad se conviertan, merced a la aplicación de métodos virtualmente extorsivos, en los principales beneficiarios de los incrementos de sueldo. El caso de los camioneros liderados por el polémico Hugo Moyano es paradigmático al respecto, tanto como el de los choferes de colectivos de transporte urbano en Rosario. Las tácticas de "apriete" llevadas adelante en el Gran Buenos Aires por los hombres de Moyano no distan demasiado de los inclementes paros de transporte efectuados en esta ciudad, que dejaron a pie durante días a gran parte de los rosarinos.

La intervención de Kirchner en la puja demuestra fehacientemente hasta qué punto preocupa al gobierno el actual tira y afloje por un trozo de la torta. Al conseguir rebajar en un diez por ciento las pretensiones de los camioneros, el presidente parece haber fijado un límite al resto de las demandas. Pero el camino que resta no será sencillo de recorrer: las flagrantes asimetrías que se registran en relación con otros asalariados -docentes, por ejemplo- ponen en evidencia un alto grado de arbitrariedad que debe ser suprimido si no se intenta provocar justificadas reacciones sociales.

Los frutos de la reactivación merecen ser gozados por todos.
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