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 domingo, 26 de marzo de 2006  
Memoria de un día en el infierno

El 14 de diciembre de 1977 fue un día demoledor para Elsa Oesterheld. En menos de tres horas se enteró de la desaparición de sus dos últimas hijas, tuvo la última referencia de la suerte de su esposo y recuperó a su nieto de tres años. Para este pequeño también fue una jornada tremenda: habían matado a sus padres y por la tarde tomó la leche con su abuelo, Héctor Oesterheld, en un centro clandestino de detención. Allí el escritor le dio la dirección de su esposa a un militar que se encargó secretamente de llevarle al niño.

Cuenta Elsa que ese día a la mañana el Ejército hizo un operativo en la casa de su hija mayor, Estela, en Longchamps. No la encontraron: ella había ido a Beccar para avisarle a su madre que Marina, su hermana menor, había sido asesinada. No encontró a su madre por lo que pasó la tarde en casa de una vecina a la que entregó una carta donde le comunicaba la triste noticia. Para entonces, Diana y Beatriz, las otras dos hermanas, ya habían caído en manos de los represores ilegales.

La amiga de Elsa trató de convencer a Estela que no volviera a Longchamps. "Era una época en que mataban a diestra y siniestra pero Estela no aceptó y volvió a buscar a su hijo. Lo que no sabía es que la misma mañana, cuando ella viajaba a Beccar, le habían hecho un operativo en la casa. Estuvo en lo de mi amiga hasta las seis de la tarde. Tres horas después, al llegar, la mataron. La estaban esperando".

Mientras esto ocurría Elsa cenaba con su nieto Fernando, hijo de Diana, en lo de sus consuegros. Sonó el teléfono y le avisaron a Elsa que debía ir para la casa de sus padres en Palermo. "Cuando voy a entrar a la casa de mis padres se me cruza un militar con uniforme. Venía en un auto con la luz de posición. Manejaba un tipo con barba, un civil. El militar me cruza y me pide hablar un momento. Yo abro la puerta y estaba mi amiga de San Isidro, la que había estado con Estela ese mismo día toda la tarde. Tenía una carta que le había dejado para mí donde me anunciaba la desaparición de Marina. Lo que no sabía es que cuando ella estaba llegando para darme esa carta la estaban matando a Estela en Longchamps y al marido. Fue la última. Tengo la duda de si a mi hija le dispararon o se tomó la pastilla de cianuro. No quiero saber. Da lo mismo".

El militar llegaba a restituirle a Martín, su nieto, hijo de Estela. "Le pregunté cómo sabía mi dirección y él me suplicó que no lo hiciera hablar. El nene estaba en shock. Yo hacía un año y medio que no lo veía, él no se podía acordar de mí. Le ordené que me dijera cómo sabía mi dirección. Entonces él me dijo: «su marido». Estaban en una comisaría a la que le decían el Sheraton, donde ya no los torturaban. Ahí había intelectuales que estaban reclamados por Europa. Mi marido antes había estado en el centro El Vesubio, donde lo torturaron un año entero. Tenía una venda en la cabeza y estaba muy desmejorado".

El oficial le comunicó a Elsa que el nene acababa de estar con el abuelo. "Me dice que Héctor estaba lúcido pero físicamente muy deteriorado. Este militar se arriesgó a venir a mi casa con el nene en brazos con un amigo, que era el civil que manejaba, y entregármelo a mí. Entonces le pregunté al nene si había estado con el abuelo y si estaba bien. «No, tenía una cara triste. Y estaba lastimado. Había un televisor y me puso los dibujitos. Y me dio la leche». Eso me dijo mi nieto. Actualmente dice que no recuerda nada de ese día. El nene venía delgadito. Mal. Esa criatura había vivido corriendo de un lado para otro. Le empecé a cantar una canción para dormirlo. Se durmió en el acto. Después le dije que los padres habían muerto en un accidente de auto porque a un nene de tres años no se le podía explicar lo que pasaba. Lo hice a medida que iba creciendo".
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