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 sábado, 10 de diciembre de 2005  
Cambios en la escuela del sigo XXI: las madres adolescentes ya no son la cara oculta de la educación. Cómo las protegen las leyes
Madres adolescentes: estudiar entre mamaderas y pañales

Marcela Isaías / La Capital

Con una mano, Sofía juega con el teclado de la computadora, con la otra sostiene un lápiz negro y hace garabatos en el aire. Recién cumplió un año y lo festejó junto con sus padres: Mariel López, de 20 años, y Martín Espinoza, de 18, quienes en estos días terminan de cursar el último año en la Escuela Técnica Nº 625 de Rosario. Sofía habla de una realidad que asumen desde hace un tiempo las escuelas: los alumnos madres y padres adolescentes.

Para los compañeros de Mariel y Martín, la presencia de la nena es algo natural. "Me encanta que venga, nos divierte", dice Lucas, mientras que Emanuel bromea: "Si hasta hay veces en que nos ponemos a jugar con ella".

El mismo trato recibe de profesores y directivos de la técnica rosarina de 9 de Julio al 1200, que sin dudar se aggiornaron a la presencia de Sofía en las clases.

"Estudio, trabajo y soy padre. Qué más puedo pedir", interroga en voz alta Martín cuando se le pregunta cómo asumió su paternidad adolescente. Con Mariel sucede algo similar, pero ella prefiere hablar de su hija: "Es buenita, sólo demanda la atención propia de su edad (que no es poca) y que nos organicemos con los tiempos". Y en esa tarea también rotan los abuelos de la nena, según cuentan los alumnos.

Pero la historia de uno y otra no termina en recibirse de técnicos en esta escuela provincial. Mariel aspira a ser arquitecta y para eso ya planifica seguir estudiando, "pero el año próximo", aclara. Martín aún no sabe bien qué carrera, pero sí que tendrá algo que ver con el diseño o quizás también la arquitectura. Igual, en medio de la charla y sin dejar sus deseos de lado, reconocen que "no es fácil con pocos recursos, una niña y sin un trabajo fijo pensar en el futuro".


Acuerdo tácito
Hoy por hoy la presencia de las alumnas embarazadas en la escuela no es primicia. En ese sentido, la ministra de Educación de Santa Fe, Adriana Cantero, asegura que más allá de la normativa "hay un acuerdo tácito a nivel de las instituciones para protegerlas y darles el apoyo necesario para que sigan estudiando. Porque por sobre todo -agrega- hay que garantizar este derecho a aprender".

Para Cantero, en todo caso la presencia creciente de alumnas adolescentes madres y alumnos padres plantea la obligación de debatir la responsabilidad que en esto tienen los adultos. "Los embarazos adolescentes, como otros problemas que protagonizan los jóvenes, son parte de las problemáticas sociales que los adultos debemos asumir y hacernos cargo", dice Cantero.

Y en este tren de repartir responsabilidades, las profesoras de la Técnica 625 Andrea Zubiri y Stella Pascual aseguran: "Primero aconsejamos a los alumnos para que se cuiden, luego (cuando ocurren los embarazos) para que no abandonen la escuela. Es muy importante que estén en las aulas".

Con esta idea coincide la directora de la escuela, Mirta Carpino, que recuerda que hoy por hoy la normativa protege a las alumnas y flexibiliza su asistencia a clases. Igual define al caso de Mariel y Martín como excepcional. "Ellos ponen mucha voluntad para aprender, hacen un gran esfuerzo para estudiar con la nena en clases", comenta la directora, para quien Sofía es ya parte de las horas de informática, ciencias o matemática.


Qué dicen las leyes
El derecho a educarse, además de estar contemplado en la Constitución y reafirmado en la Convención Internacional de los Derechos de Niños y Adolescentes, también tiene un apartado especial en la normativa santafesina. En el 2002, la Legislatura provincial aprobó la ley que prohíbe en los establecimientos educativos (públicos y privados) "toda acción institucional que impida el inicio o continuidad en el ciclo escolar a cualquier alumna embarazada o alumno que fuera padre o por cualquier otra circunstancia relacionada con lo anterior que produzca marginación, estigmatización o discriminación".

La ley tiene un antecedente inmediato en la norma nacional Nº25.584, impulsada por la entonces legisladora Adriana Puiggrós, en el 2000, luego del gran revuelo que alcanzó estado público nacional cuando una alumna de un colegio religioso de Formosa fue expulsada por estar embarazada.

Lo cierto es que, tal como sostiene un informe preparado por el Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación (de la Unesco), titulado "¿Alumnos o madres y padres adolescentes?", con el afianzamiento de la democracia las escuelas abrieron sus puertas para asumir a las madres y padres como alumnos, aunque "en los establecimientos privados el proceso es más lento y queda librado, muchas veces, a la rigidez de reglamentos internos más allá del derecho básico a la educación".

Pero en las conclusiones se resalta que "el camino que queda en ciernes es institucionalizar la educación sexual como una faceta esencial del desarrollo de la persona". Y en esa pelea están ahora las escuelas santafesinas.
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Sofía con sus papás y los compañeros de curso.

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