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 domingo, 17 de julio de 2005  
Villa de Merlo: por el filo de la montaña
La ciudad puntana ofrece las bondades de un clima soleado, cabalgatas, trekking y aladeltismo. Viaje al centro de la tierra, buen vino patero y alojamiento para todos los gustos

Isolda Baraldi / La Capital

La Villa de Merlo tiene sus puertas abiertas todo el año. Al paisaje majestuoso que baja sobre el valle de Condolara y se desprende de las Sierras de los Comechingones se agregan otros plus para el viajero. Es que al famoso y buscado microclima del lugar los merlinos han decidido adicionar una atención personalizada para cada uno que arribe al lugar. Lo que implica brindar servicios para la familia, para los jóvenes intrépidos y también para los adultos mayores. Es que las múltiples actividades en la villa y la región oscilan desde una estadía bucólica y tranquila hasta cabalgatas, trekking, aladeltismo en las altas cumbres de los Comenchingones, que ascienden a los 2.300 metros, y la incursión en sitios montañosos al que sólo se puede acceder con automóviles especiales, como un camión guerrero y 4x4.

Uno de los paseos obligados es recorrer la ruta por el filo de la montaña, un camino de cornisa que llega hasta los 2.300 metros de altura hasta el punto exacto en que se divide la provincia de San Luis con Córdoba. Aquí no sólo se puede admirar una vista inusual de cara a ambos valles sino que además están preparadas dos plataformas para hacer parapentismo. Una de ellas es donde la ruta termina (Mirador de los Cóndores), donde también está emplazada una confitería que invita a pasar el rato en el lugar; y la otra a mitad de camino en el Mirador del Sol (aproximadamente unos 1.200 metros sobre el nivel del mar), donde un conjunto de artesanos espera a los visitantes.

El lugar, según dicen los residentes, es uno de los más propicios para realizar parapentismo habida cuenta de las masas de aire ascendente (térmicas y dinámicas de la ladera).

Distintas empresas ofrecen los paseos que incluyen -obviamente- bautismos de vuelo para los novatos, acompañado por un experto. Según las condiciones climáticas cada vuelo puede durar entre 40 minutos o más de una hora y media. Incluso los avezados pueden sobrevolar los lagos de los diques de Embalse Río Tercero y el Cerro Pelado, enclavados en la vecina provincia de Córdoba.

Allí también se puede hacer senderismo, avistaje de pájaros, o simplemente buscar el sitio adecuado para pasar el día entre las sierras pampeanas que emergen en el sector noreste de la provincia.

Pero además de los encantos naturales, hay sorpresas adicionales. Si se llega hasta el punto más alto del cerro el visitante encontrará al Gringo Pérez, quien hará una especial ceremonia de bienvenida contando las bondades del lugar, habida cuenta de que tiene su humilde morada donde los cóndores sobrevuelan. El Gringo recita de memoria una serie de accidentes geográficos universales y los relaciona con el lugar, por apenas unas monedas.

Pero en rigor, la Villa de Merlo integra la comarca de los Comechingones, un área declarada por la Administración de Parques Nacionales como unidad de conservación y alberga a siete localidades como Villa del Carmen, Papagayos, Villa Larca, Cortaderas y Los Molles, además de otras poblaciones cercanas como Villa Elena, el paseo de Aguas Buenas y Papagallos.

De este modo, se pretende preservar los recursos naturales en su conjunto, las identidades propias de cada lugar y que la explotación del turismo en la zona no atente contra la naturaleza. Es que el lugar atesora una particular flora que incluye centenarios algarrobos y tabaquillos, y una amplia fauna puntana, integradas por pumas, zorros y las más variadas aves, entre las que sobresalen los cóndores.

El dato no es menor ya que la villa ha tenido un crecimiento poblacional geométrico. En poco más de una década triplicó su población y hoy tiene aproximadamente unos 19 mil habitantes. En las épocas altas de turismo esa población de multiplica por tres.

En ese marco, los merlinos están empeñados en conservar las reservas naturales y resaltar los hábitos regionales más antiguos. A punto tal que la comida de la región es otra de las estrellas ofrecidas, sin detrimento de los que quieran hacer uso de la tradicional cocina internacional.


Chivito y vino
Lo más típico es el chivito con chainafa (preparado en base a achuras), pero no faltan las carbonadas, las empanadas puneñas, los pastelitos, y todo tipo de carne asada, preferentemente en horno de barro. Tampoco faltan los dulces caseros, los alfajores y los panes horneados cada mañana que se ofrecen en muchos de los albergues.

Los puntanos no descuidan la elaboración del vino casero o patero que producen en sus propias plantaciones de vid. Es por eso que en las casas típicas y también en los hogares de los artesanos ninguna visita termina sin probar el vino producido a mano, o mejor dicho, a pata.

La Villa de Merlo y la región es una muy buena opción para las vacaciones de invierno. El viajero encontrará lo que busca de acuerdo a su edad y también a su bolsillo. Es que a los hoteles de tres y cuatro estrellas también se agregan cabañas, albergues y pensiones para todos los gustos.
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La mina de los Cóndores, hoy abandonada, fue la más importante del país a principios del siglo XX.

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