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 miércoles, 26 de enero de 2005  
candi
Charlas en elCafé del Bajo
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-A veces, en mis viajes hacia un mundo utópico, imagino que los códigos penales, civiles y en general todos los códigos que hoy están vigentes en el mundo tendrán una transformación dramática, radical y contundente.

-¿Y qué imagina Inocencio? ¿Cómo serán esos códigos?

-Imagino una civilización en donde no existan más los delitos contra las personas y las propiedades y en la que los códigos, tal como ahora los conocemos, no tengan razón de existir. Por ejemplo: no habrá robos, porque todos los seres humanos tendrán una educación adecuada e imperará una cultura del respeto y la solidaridad. No habrá violaciones, ni secuestros, ni asesinatos porque la estructura genética del hombre no admitirá aberraciones psicológicas. Las benéficas circunstancias sociales, porque imperará el amor, influirán en el desarrollo mental y por tal motivo las causas exógenas que atrofian la esencia buena del hombre no existirán. Todos dispondrán de trabajo y las remuneraciones no sólo que alcanzarán para vivir con absoluta dignidad, sino que sobrará una parte del haber mensual para ahorros.

-Usted sueña demasiado Inocencio.

-Imagino una sociedad en donde por fin el cielo no será una esperanza de otro mundo, sino una realidad de éste. En esa sociedad el código penal, por ejemplo, no contemplará figuras delictivas tales como el robo con armas o robo calificado y en consecuencia no habrá necesidad de penas severas como la privación de la libertad o la cárcel.

-¿Y no habrá delitos de ninguna especie en esa sociedad?

-En realidad no será una sociedad perfecta, de manera que sí, delitos habrá, pero el carácter de los mismos estará muy lejos de ser el que hoy particulariza a los de nuestra actualidad. En esa sociedad se penará, por ejemplo, la ingratitud, la maledicencia, el incumplimiento de la palabra, el ocasionar un daño moral al prójimo provocándole angustia.

-¿Y en tal caso cuáles serán las penas?

-El que ofenda o humille a su prójimo será condenado a dictar clases en los establecimientos educativos sobre el tremendo perjuicio que ocasiona el daño moral en sus distintas formas. Mientras dure la pena no podrá gozar de los beneficios extraordinarios al que tendrán derecho todos los ciudadanos.

-¿Y cuánto durará la pena?

-Durará hasta el preciso momento en que el ofensor se arrepienta de su acto y pida perdón al ofendido delante de un tribunal compuesto por un consejo de ancianos y sabios (porque en tal sociedad los hombres y mujeres de la tercera edad serán venerados, no como ahora que son denostados y humillados). Si la ofensa es consecuencia de una patología (lo que puede suceder) el tribunal ordenará que el Estado tome a su cargo el costo de la terapia que, en breve tiempo, restaurará el equilibrio psicológico del agresor y permitirá su plena reinserción, en debida forma, a la sociedad. Sociedad que recibirá a este ser con su corazón abierto, libre de prejuicios y no como ahora en que el ex convicto, aun redimido, es sometido a un tremendo "apartheid".

-¿Leyó últimamente algún libro de ciencia ficción Inocencio?

-No, usted me contagió ese idealismo que lo caracteriza.

-Pero una sociedad así es mucho más de lo que podríamos esperar. Eso sería algo maravilloso.

-Lo será, lo será.

-¿Cuándo?

-Creo que pasarán varios siglos. Este ciclo debe terminar. Esta noche de los tiempos pasará y la humanidad se encaminará, en un espléndido amanecer, hacía un día signado por el amor, la justicia, la paz de la sociedad y la paz interior de cada ser humano.

-¿No habrá más guerras?

-No habrá guerras, no habrá armas, no habrá violencia física y la violencia moral será un delito muy raro, pocas veces visto, que se producirá sólo vaya a saber por qué remota y extraña causa.

-Usted delira.

-Tal vez, pero sigamos plantando semillas, tal vez germinen, Candi. Quien sabe, tal vez germinen.

Candi II
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