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 miércoles, 19 de enero de 2005  
Síndrome de Ulises: soledad y miedo lejos de casa

Las vacaciones y las fiestas son para muchos momentos de reencuentro entre familiares y amigos. Pero, del otro lado de la moneda se encuentran personas frente a una pantalla de computadora o un tubo de teléfono intentando conectarse con aquel amigo o pariente que hace tiempo dejó la patria materna en busca de mejores horizontes. La lejanía y la imposibilidad de estar cerca genera en muchos casos una especie de depresión que en Europa llaman "síndrome de Ulises".

Un grupo de psiquiatras y expertos en asuntos sociales europeo denominó síndrome de Ulises al conjunto de síntomas psíquicos que padecen los inmigrantes ante las grandes dificultades que enfrentan en los países de acogida. El nombre de "Ulises" alude al protagonista de la Odisea, aquel personaje que viajó y enfrentó excéntricas aventuras con el afán de volver a su isla natal. En el relato se revelan la nostalgia y el deseo doloroso del regreso. Pero las historias de los inmigrantes son, según los expertos, "mucho más épicas que la del personaje mitológico" de Homero.

El psiquiatra español Joseba Achotegui, descubridor del síndrome, y sus colegas destacaron cuatro grandes síntomas en la nueva patología:

u La soledad diaria, al no poder estar con su familia;

u el fuerte sentimiento de fracaso a los pocos meses de llegar, por las pocas posibilidades de acceder al mercado laboral;

u la constante lucha por la supervivencia, y el miedo.


"Estos son los principales síntomas que se dan en los casos estudiados desde hace seis años, cuando la situación en Europa se volvió mucho más dura para los inmigrantes", dijo el psiquiatra.
Achotegui, profesor titular de la Universidad de Barcelona, explicó que los inmigrantes que padecen el trastorno presentan un cuadro de depresión "no estándar", al no darse un sentimiento de apatía en ellos, sino que "a pesar de su gran tristeza tienen ganas de hacer cosas".

Los inmigrantes afectados por el síndrome suelen tener sentimientos de tristeza, pensamientos de muerte y obsesiones. También presentan un fuerte cuadro de ansiedad, nerviosismo e insomnio, problemas somáticos como cefaleas y fatigas por su dolor psíquico y síntomas confusionales (pérdida de la memoria).

"Cuando se da en menores, va acompañado de una fuerte irritabilidad, rabia y agresividad", añadió Achotegui, también director de atención psicopatológica y psicosocial a inmigrantes y refugiados en el Hospital de Sant Pere Caver, de la ciudad catalana de Condal.

Este trastorno afecta en España a 600.000 inmigrantes sin papeles y a otros 200.000 en situación de temporalidad, que no saben si continuarán en el país, según los datos recogidos por Achotegui, que ha alertado de que se trata de un trastorno sumergido. "Nosotros sólo conocemos la punta del iceberg", dijo.


No sólo los que se van
Los que se quedan también sufren la angustia de la distancia. "Es un dolor tremendo por no poder de ningún modo acercarme a mi hija, ni abrazarla. La sensación es que el Atlántico es infinito", relató a La Capital una mamá cuya hija vive en Europa.

Algunos papás se preguntan acerca de sus hijos "¿porqué se fue, si acá tenía todo, su casa, su familia y trabajo", y también surgen las dudas: "si lo hubiésemos ayudado más no se habría ido". Esta angustia compartida unió a muchas personas que formaron la Asociación Lazos, que reúne a padres de hijos en el exterior.

En el grupo se generan verdaderos lazos de contención. Se organizan actividades como cursos y caminatas, además de reuniones semanales. Entre los integrantes existe una verdadera solidaridad. En alguna oportunidad consiguieron dinero para pagar el pasaje de una persona que viajó a ver a su hijo. Otro logro fue obtener la documentación necesaria para quienes añoraban visitar a seres queridos radicados en el exterior. Pero, lo fundamental es que Lazos permite sobrellevar esta situación dolorosa.

Elsa Impallari, una de las integrantes dijo que "la propuesta de Lazos es que todos los que sufren una separación de este tipo no se angustien, que vengan al grupo y digan cómo se sienten, porque sino se encierran y se olvidan hasta de los hijos que quedan aquí".

Tanto a ellos como a sus hijos en el exterior les afecta la cuestión económica, que hace aún más lejana la posibilidad de reunirse. Impallari, quien experimentó de joven estar lejos de su familia y ahora lo vive con su hija, recordó que la clave para lograr insertarse es "ir dispuesto a hacerse del país a donde se va y adoptar sus costumbres, porque al que va a llevar la argentinidad queriendo que los demás entiendan su propia cultura le resulta mucho más difícil la adaptación".

Con respecto al grupo, la psicóloga Norma Altman señaló que "son importantes esos espacios donde se generan lazos de solidaridad, que es lo que estas personas necesitan".
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Especialistas españoles llamaron síndrome de Ulises a la depresión que padecen los que se van.

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