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 miércoles, 19 de enero de 2005  
Asaltan a 30 personas en la estancia de un vendedor de caballos de polo

Leo Graciarena / La Capital

Aprovechando la profunda oscuridad de la noche, dos encapuchados armados coparon el casco de una estancia en el límite entre las provincias de Santa Fe y Buenos Aires. Los ladrones redujeron a unas 30 personas, entre ellas mujeres y niños, y se llevaron algo más de 2 mil dólares, cámaras digitales, celulares y alhajas. La estancia de unas 400 hectáreas es propiedad de un jugador profesional de polo que se desempeña en Inglaterra y vende caballos para este deporte. Los hampones fueron amos y señores de la estancia durante una hora y huyeron en un auto que dejaron abandonado a pocos kilómetros de Pergamino. "Esta siempre fue una zona caliente por el robo de ganado vacuno, pero nunca hubo un asalto al casco de las estancias. Es la primera en 70 años que tuvimos un robo", explicó ayer Francisco Marín Moreno, el dueño del establecimiento agropecuario robado.

El atraco tuvo lugar el lunes a la medianoche en la estancia La Escoba, ubicada a 100 kilómetros de Rosario y a 30 de Pergamino. En el lugar, en la que la familia Marín Moreno reside durante la mitad del año, cuando sucedió el hecho había alrededor de 30 personas entre familiares, amigos y empleados. Dos encapuchados irrumpieron con armas de puño en el casco de la estancia y comenzaron a reducir a sus moradores. Los ladrones llegaron caminando hasta la estancia que está por caminos de tierra a 6 kilómetros del poblado santafesino de General Gelly (600 habitantes) y a 7 de Mariano Benítez (240) en provincia de Buenos Aires.

Francisco Marín Moreno se presenta como "un profesional del polo que juega en Inglaterra durante seis meses" y que "como agente vende caballos propios o de terceros" en el Reino Unido. En los pueblos cercanos como Socorro, Gelly y Mariano Benítez, la estancia es bien conocida como "un lugar a donde crían caballos de polo y vienen algunos extranjeros". La Escoba es una estancia rodeada de soja y maíz que perteneció a su abuelo y a su padre y que no es de fácil acceso (ver aparte).


La entrega
"A estos tipos alguien los lanzó. No sé. A tres o cuatro kilómetros de distancia y a través de los cultivos, que están altos, llegaron al casco de la estancia. Después han hecho un trabajo de inteligencia de una hora observando los movimientos y cuando todos nos fuimos a dormir, a eso de las 12 de la noche, comenzaron a reducir a un grupo de empleados que se quedó tomando mate. A los primeros que redujeron fue a un grupo de una ocho u diez personas", contó Pancho Marín Moreno, de 40 años, sentado en la sala de estar del casco asaltado.

En el establecimiento estaban además un grupo de amigos "invitados para jugar al polo", petiseros y empleados que redondeaban 15 hombres de entre 20 y 40 años, 10 mujeres y seis chicos con edades entre 10 y 5 años. "En la casa había un sólo extranjero, que es un amigo inglés. Y lo invité a jugar como invité a otros amigos en estas vacaciones", explicó. "Me robaron la plata que tenía para pagar los sueldos, cerca de 2 mil dólares, y a mi amigo inglés le deben haber robado otros 200 dólares. También se llevaron algunas cámaras digitales, radios, todos los teléfonos celulares y también el fijo. ¿Para qué quieren un teléfono fijo?", protestó.

Todo sucedió en la oscuridad porque el grupo electrógeno se apaga cuando la gente se va a dormir, aclaró el dueño de la estancia. Para Marín Moreno no quedan dudas de que hubo "una batida", aunque destaca que los ladrones no ejercieron violencia física.

"Pancho, esto es un asalto. Tirate al piso", le dijeron cuando dormía. "Al último que redujeron fue a mí. Cuando me llevaron con el resto de los cautivos ya había una chica descompuesta y a unos de los muchachos le dio un ataque de epilepsia. Ahí me puse firme y les dije «se tiene que ir. Ya tienen toda la plata que hay así que váyanse»", comentó.

Los ladrones pidieron un auto y se llevaron un Volkswagen Gol gris metalizado, patente EPW097 de un sobrino de Marín Moreno. "Una vez que se fueron llamamos a la policía desde la casa de los caseros. Me parece que ellos no fueron a la casa de los caseros porque temieron que estuvieran armados", explicó el polista.

A partir de ese momento, la policía siguió el auto por caminos de tierra hasta que los maleantes subieron a una ruta de asfalto en dirección a Pergamino. "Un móvil -continuó Pérez- se les interpuso en un cruce de caminos para frenarlos pero lo esquivaron. Bajaron por otro camino de tierra y se tiraron a una zanja, tan rápido que yo me pasé. Cuando retrocedí ya se habían esfumado", comentó Angel Pérez, el jefe del puesto de vigilancia policial de Mariano Benítez.

El agente indicó que en el auto sólo quedaban las capuchas como rastro de los delincuentes. Nada más. Y comentó que en la zona hay muchos sembradíos de soja y montes que tornan más difíciles los rastrillajes, sobre todo a la noche. Hasta ayer a la tarde no se sabía nada sobre los asaltantes: aunque no se los podía encontrar, nadie se animaba a asegurar que hubieran abandonado la zona.

"Me da bronca que nos ganen. Me da bronca que tengamos que cambiar la forma en que vivimos durante 70 años porque estos tipos te ganan. Hoy, mañana o pasado te toca", murmuró Pancho. La investigación quedó a cargo de la fiscal Nº3 de Pergamino, Victoria María Mariani. Los pesquisas levantaron huellas digitales en la estancia.
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Los empleados de la estancia asaltada.

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