Año CXXXVII Nº 48571
La Ciudad
Política
Información Gral
Opinión
El Mundo
La Región
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Turismo
Mujer
Economía
Escenario
Señales


suplementos
ediciones anteriores
Salud 10/11
Autos 10/11
Turismo 07/11
Mujer 07/11
Economía 07/11
Señales 07/11

contacto
servicios
Institucional

 domingo, 14 de noviembre de 2004  
Interiores: Inteligencias

Jorge Besso

A pesar de ciertas creencias y de ciertas convicciones, con toda probabilidad la inteligencia está mucho mejor repartida que la riqueza con la debida aclaración de que la humanidad no ha tenido hasta el momento la inteligencia de cambiar las proporciones y los porcentajes del reparto de la torta. La inteligencia es la facultad humana con más prestigio y sólo el talento tiene una chapa equiparable, o acaso superior, pero el talento debe ser lo único peor distribuido que la riqueza.

Como en tantos otros aspectos no somos los únicos seres inteligentes que habitamos el planeta (desde hace varios miles de años que lo compartimos con millones de otros seres) todos inteligentes a su manera, en tanto y en cuanto son seres que viven porque tienen su propio mundo: un domicilio compartido con sus hermanos de especie con los que también comparten los mismos hábitos.

Ninguna duda puede caber que la especie humana es la especie de la diversidad, y dentro de esa diversidad están las diversas inteligencias que muestran que somos los más inteligentes del planeta y también, claro está los más creativos, sin que esas dos facultades y virtudes tan excelsas puedan impedir que también seamos los más destructivos y en definitiva los más estúpidos.

Se entiende por inteligencia, en términos generales, la capacidad (en especial una alta capacidad) para resolver problemas que van de lo práctico a lo teórico, muy especialmente en lo matemático, en cuyas olimpíadas se encuentran las mayores cabezas; en realidad los mayores cocientes intelectuales que no necesariamente son lo mismo que la cabeza, adentro de la cual es de esperar que haya más cosas que la tan chapeada inteligencia.

Es decir que la susodicha inteligencia es lo suficientemente importante como para reducirla meramente a un cociente intelectual, que por otra parte son mediciones no demasiado inteligentes de la inteligencia. En este sentido conviene fijar la atención en que la fórmula "cociente intelectual" remite a intelecto con lo cual la inteligencia vendría a formar parte de algo mucho más amplio, tal es el Intelecto Humano, expresión en definitiva con sonido a redundancia ya que el intelecto es necesariamente humano en tanto "entendimiento, potencia cognoscitiva racional del alma", según la potente definición de los ampulosos académicos de la Lengua que están a punto de desembarcar en nuestras playas.

Se puede pensar entonces que el intelecto alberga diferentes inteligencias en su interior que se podrían listar así, y sin pretender que el listado sea exhaustivo:

* Inteligencia teórica.

* Inteligencia práctica.

* Inteligencia social.

* Inteligencia individual.

Esto es que cada quién y cada cual tiene una porción de inteligencia teórica, y otra de inteligencia práctica. Con toda evidencia sin considerar ninguna proporción supuestamente adecuada, ya que hay gente predominantemente práctica y gente en un sentido contrario en un mundo que desde hace muchos años vota más por la práctica que por la teoría, en la creencia que mientras la teoría divaga la práctica hace, aunque sea sin reflexión.

En suma, en los mejores casos y en las mejores circunstancias ambas inteligencias tienen cierta articulación, pero tal vez en la mayoría de los casos puede haber un divorcio entre ambas. No es el caso de las otras inteligencias, ya que lo que podríamos entender como inteligencia social (es decir el entendimiento general que una época tiene de las cosas) por lo general suele ser lo mismo que la inteligencia de un individuo piensa de esas mismas cosas.

Por ejemplo, cada época y cada sociedad tienen algunas formas reconocibles de pensar y de valorar las cosas que le parecen esenciales: la importancia que se le da al dinero, al amor, al sexo, a la política, a la familia, a la lectura, a la amistad, al arte, a la ciencia, al deporte, al trabajo, al ocio, al cuerpo, a la salud, al espíritu, a la religión, a la justicia, a la historia, a la muerte, a la locura, a la naturaleza, al tiempo, al espacio y lo que se le haya escapado al presente listado, ya que de una u otra manera siempre se trata de un listado abierto.

Las sociedades estructuradas en torno a estos y otros valores, fabrican individuos (es decir nosotros) que van por la vida pregonando y proclamando donde pueden sus ideas al respecto, muchas veces sin reflexión, con lo que dichas ideas no dejan de ser ideas implantadas, de forma tal que más que individuos pensantes nos transformamos en verdaderos autómatas en manos de los poderes de turno, y todo para cumplir nuestra misión reproductora hasta que la muerte nos saque de circulación.

De lo que se trata, en la medida de nuestras posibilidades y en el sentido de poder superar algunas de nuestras imposibilidades, es de poner a trabajar nuestras inteligencias no sólo para mejoras nuestras vidas particulares, sino también para poder mejorar, es decir cuestionar, la inteligencia de nuestra época. Una época en la que los valores están atravesados de una punta a la otra por el poder del dinero y el poder del poder. En definitiva una época que está atrapada en la redundancia: se quiere tener más para tener más con la condición de que los demás tengan menos

Así como a los humanos la inteligencia se les vuelve inútil frente a los fantasmas de cada cual, por caso, los miedos a la oscuridad, a las alturas, a los insectos, a algunos animales, o al amor o al sexo; o la imposibilidad de terminar con limpiezas interminables, o con suciedades crónicas, o con rituales que agobian más que lo que tranquilizan, o con persecutas que ponen al alma en vilo y demás patologías individuales, del mismo modo a las sociedades muchas veces la inteligencia se les desfleca frente a sus hábitos y apetencias poblados de fantasmas: la adicción al poder y al dinero lleva a sociedades cerradas y encerradas en una paranoia creciente donde los enemigos se multiplican y los amigos se van extinguiendo.

Necesitamos de todas nuestra inteligencias al servicio de una gran tarea: abrir las cabezas y abrir las sociedades es la misma prioridad frente al imperio del poder, pues ese es el verdadero triunfo del poder del imperio.
enviar nota por e-mail
contacto
buscador

  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados