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 miércoles, 27 de octubre de 2004

El farsesco caso de una mujer que confundió su auto con otro y se lo llevó
Equívoco de película en cuatro ruedas
La propietaria de un Fiat Siena subió con sus llaves a un Palio y lo manejó diez cuadras sin darse cuenta. El dueño del coche ausente fue a la comisaría a denunciar un robo. Allí, percatada de su error, la conductora le explicó todo

Andrés Abramowski / La Capital

Una nueva modalidad delictiva amagó irrumpir en esta ciudad el lunes por la mañana: los robos sin ladrones. Sería el colmo de la inseguridad de la que se sienten presa millones de argentinos. Y así se sintieron, como dos víctimas más de esta coyuntura, un hombre y una mujer que casi al mismo tiempo denunciaron la sustracción de sus respectivos autos. Dos robos que, como tales, luego se sabría que no habían ocurrido. Sin embargo, las denuncias de lo que no pasó no fueron obra de la paranoia sino de la sensatez: si uno descubre la ausencia de su auto, es más probable que piense que se lo robaron antes que imagine que alguien pudo subir al coche equivocado, conducirlo sin darse cuenta diez cuadras, bajar para hacer un trámite y descubrir que su auto -el que, en rigor, había dejado estacionado en otro sitio- no estaba allí.

Un malentendido con final feliz. A muchos automovilistas les habrá pasado alguna vez confundirse de coche. Darse cuenta, a punto de accionar la cerradura, de que el auto es igual al propio salvo por ese tapizado de pana sobre el cual uno nunca se sentó. Basta notar esa extraña valija de herramientas oxidadas en el asiento del acompañante para advertir que este volante nunca antes fue empuñado. ¿Cómo puede la llave de un auto abrir otro? es la pregunta de rigor mientras uno se baja tratando de disimular la propia existencia antes de que aparezca en escena el personaje más temible de la historia: el verdadero dueño. Pero no, este no fue el caso.

Baltasar Schubert es un joven de 25 años que vive en San Nicolás y usualmente viaja a Rosario, donde estudia su hermana. Como tantas veces, el lunes cerca de las 10 estacionó su Fiat Palio rojo en Pellegrini al 1300, a mitad de cuadra, lejos de las rayas amarillas. Entró a un edificio, salió cinco minutos después y el auto no estaba. Nadie había visto una grúa en el lugar, ni tampoco a alguna persona en actitud sospechosa.

Nadie había visto tampoco cómo minutos antes Marcela Torres, de 38 años, subía al Fiat Palio, lo ponía en marcha con sus propias llaves y se iba a seguir con su rutina mientras su Fiat Siena quedaba estacionado cerca de la esquina. Su Fiat, más allá de ser Siena, también es rojo.

Minutos más tarde, la mujer oriunda de Zavalla compartía tal vez la misma desesperación que Baltasar. Es que al terminar con su trámite, en Cochabamba y Laprida, se dio cuenta de que su auto, el Fiat Siena, no estaba. Y es lógico que haya pensado que se lo habían robado.

Lo que no parecía lógico es cómo encontró la policía el Palio de Baltasar. El muchacho había denunciado el robo -hasta ese momento lo era- a una patrulla policial que circulaba por la zona. Se dio aviso a otros móviles. El alma volvió al cuerpo del nicoleño 15 minutos más tarde. El auto estaba intacto y sin ocupantes en Cochabamba y Laprida. No se habían llevado los lentes, ni siquiera los papeles. Como si lo hubiera estacionado él mismo.

Camino a la comisaría, adonde fue igualmente a hacer la declaración, empezaron las conjeturas. "Como mi auto tiene un problema con el marcador del combustible -relató el joven a este diario- pensé que los ladrones lo habrían dejado por creer que no tenía gasoil. Pero en la seccional oímos con los policías un rumor acerca del robo de un Siena en la misma cuadra. Todo parecía mucho más claro: abandonaron el mío y se llevaron ese". Lógico, pero alejado de la realidad.

Según fuentes de la comisaría 2ª, Marcela alcanzó a denunciar la desaparición de su auto en la seccional 4ª, pero minutos después el llamado del novio, según fuentes policiales, la hizo dar cuenta de su increíble error: su automóvil seguía estacionado en Pellegrini al 1300.

El malentendido se zanjó en la comisaría 2ª. "Ya eran como las 12 y aparece una chica entre quienes estaban esperando. Me pregunta qué me había pasado y le cuento". Baltasar reprodujo este diálogo:

-Me robaron el auto, pero por suerte apareció- contó el joven.

-¿Qué auto era?- requirió saber ella.

-Un Palio.

-¿Rojo?

-Sí, ¿cómo sabés?

-Porque me subí a uno por error.

"Me dijo que no sabía dónde tenía la cabeza -continuó el nicoleño-, que el auto había arrancado igual que el suyo. Le dije que no podía creer lo que había pasado y que tuviera cuidado, que no se fuera a confundir de novio". Baltasar tomó con mucho humor lo sucedido, sobre todo por el final, ya que no se olvida del mal momento y del tiempo perdido. "No entiendo cómo pasó, es increíble. Esos dos autos no tienen nada que ver entre sí, además el mío tiene el volante gastado, había cosas arriba de la guantera. No puede ser que no se haya dado cuenta".

"Por lo menos -agregó- lo dejó cerca. No sé qué hubiera pasado si se iba a Zavalla. Podría haberlo pasado mal si la detenían y la acusaban de ladrona, ¿quién iba a creerle? O a lo mejor llegaba al pueblo y recién se daba cuenta de su error cuando alguien le preguntara si había cambiado de auto. Por suerte, no le puso nafta a mi coche, que es gasolero".

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Un Palio y un Siena. No son los de los protagonistas de la historia del lunes, pero sirven para graficar la magnitud del despiste.

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