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 miércoles, 27 de octubre de 2004

En recuerdo de Francisco Celoria

Cómo poder expresar en palabras y que se entiendan sentimientos tan contrapuestos como son el dolor y el placer. Siento un profundo dolor por la pérdida física-corporal de uno de mis maestros, quizás el más caro a mis sentimientos y, a su vez, el placer de no sólo haber sido uno de sus últimos discípulos sino el que más tiempo acompañó al doctor Francisco Celoria en su vida profesional. Cómo hacer resaltar algunos aspectos de su personalidad como hombre, como ortopedista, como científico sin caer en el halago, en la adulación o en la obsecuencia y dar una idea cabal a sus familiares, colegas y amigos de mi visión como discípulo. Siempre actuó con respeto, pero como buen sanguíneo, explotaba ante la menor transgresión. Por ello era espontáneo, directo, sincero y en más de una oportunidad esta franqueza lo llevó a debates apasionados, que llegaron a durar años, siempre con el concepto del disenso creativo. Fue un pragmático, siempre enseñó con la práctica siendo un brillante cirujano. Todo lo que hacía lo realizaba en forma estupenda, siempre con un enfoque fisiopatológico; estas actitudes lo llevaron a un pensamiento fundamental de su formación: no opinar sin hacer. Nunca opinaba ni hablaba de alguna patología sin haberla realizado o experimentado previamente. Era un profesional y científico libre, sin dogmatismos, sin ninguna atadura de ningún tipo, sino a su propio pensamiento, lo cual lo llevó en no pocas oportunidades a hacer realidad lo que imaginaba. Era un pensador nato, muy inteligente y así es que nos dejó una cantidad de conceptos, maniobras quirúrgicas, cirugías, que aún hoy a pesar del paso del tiempo siguen teniendo vigencia y la razón es: porque por sobre todas las cosas... se adelantó a su tiempo. Era tremendamente generoso en compartir sus pensamientos y sus caminos nuevos, que descubría en la ortopedia, y nos invitaba a seguirlo constantemente, repitiéndonos en latín: si tu credo in me-seguíteme. En forma particular, me guió en no pocas patologías y despertó en mí ese fuego permanente que es el pensamiento razonado y la imaginación creativa. Por todo ello, para mí, doctor Celoria, usted se retiró por completo de la ortopedia y del servicio en el sanatorio (es decir si se quiere, fue su desaparición institucional y científica). Sin embargo, su solvencia, su personalidad y sus enseñanzas perdurarán en cada interpretación fisiopatológica y aún hoy su voz, junto a la de su entrañable compañero doctor Arnoldo Didier, producto de una cariñosa imitación de sus discípulos, retumba en la sala 7, hoy sala 4, casi en forma permanente. Doctor Francisco Celoria, maestro, su recuerdo y sus enseñanzas permanecen inalterables en mi mente y en mi corazón y serán por muchos años quizás por toda mi vida profesional, la guía que usted me dejó. Por último a pesar de que usted era un agnóstico, enamorado del pensamiento darwiniano, desde mi visión católica me permito decirle gracias, hasta siempre, hasta luego...

Doctor Guillermo Bruchmann, profesor adjunto de la cátedra de Ortopedia y Traumatología de la UNR



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