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 domingo, 24 de octubre de 2004

Desiguales
Las formas solapadas de la violencia contra la mujer
Un estudio de la Comisión Económica para América Latina revela que el trabajo doméstico sigue obstaculizando a la mujer para actuar en el ámbito laboral, social y político

Yanina Olivera

Llevar los chicos a la escuela, que la ropa esté limpia, cuidar a la madre o a la suegra enferma, hacer las compras o planificar la cena: la mujer latinoamericana sigue pendiente de todos los asuntos domésticos y eso obstaculiza su lucha contra las desigualdades de género a nivel laboral, social y político.

Para la Comisión Económica para América Latina (Cepal), "es la ubicación predominante de las mujeres en la órbita de lo reproductivo la que opera como una primera forma de exclusión, limita el desarrollo y el uso de sus capacidades y condiciona los resultados de sus actividades".

Pese a que la mujer latinoamericana logró en el siglo XX conquistas fundamentales -voto, acceso a la educación y la universidad, ingreso al mercado laboral, presencia en cargos públicos- el siglo XXI se presenta como un camino lleno de desafíos. No sólo busca salir del yugo doméstico, sino también superar la violencia doméstica, el abuso sexual, la discriminación laboral y salarial, la pobreza, y como conseguir igual acceso a cargos públicos y de gobierno.


Un gran logro, pero...
El informe "Caminos hacia la equidad de género en América Latina y el Caribe", presentado por la Cepal en la novena conferencia regional de la mujer realizada en México entre el 10 y el 12 de junio de 2004, asegura que "en el ámbito educativo se ha producido uno de los mayores logros en relación a la equidad de género".

En efecto, en la década del 90 se alcanzó la equidad plena en educación primaria, mientras que en niveles secundario y terciario las mujeres superaron la tasa de matriculación masculina.

No obstante, "estos logros no necesariamente se han traducido en una mejor inserción en el mercado de trabajo ni en la reducción de la brecha salarial", que "es aún más notoria en el caso de las mujeres con estudios superiores", destaca el informe.

Y pese a que subraya la evolución de las tasas de analfabetismo que tradicionalmente ponían a las mujeres en desventaja, la Cepal constata que se "encubren las particulares situaciones" que enfrenta históricamente la población femenina afectada por otro tipo de discriminación, como las negras y las indígenas.

"Estos grupos presentan, en todos los casos, tasas de analfabetismo superiores a las de los hombres de igual pertenencia racial y étnica, así como también a las registradas por las mujeres •blancas' o no indígenas", dice.

Para el referido informe de la Cepal, "una de las explicaciones más consistentes para comprender por qué persisten las desigualdades laborales, sociales y políticas radica en el hecho de que los cambios no han llegado al mundo de la familia", ya que "las mujeres han superado sus ataduras excluyentes con el mundo doméstico, pero no han sido eximidas de esa responsabilidad".

Y añade que "la igualdad formal reconoce a las mujeres sus derechos de ciudadanía y permite su ingreso al mundo público pero al no sancionarse la discriminación ni fomentarse la igualdad en la familia, el cuidado y la distribución del tiempo, el derecho a la ciudadanía no es pleno".

Para Sonia Montaño, Jefa de la Unidad Mujer y Desarrollo de la Cepal, y coordinadora del citado informe, el problema más crítico para la mujer latinoamericana justamente "está en la conciliación de la vida familiar y laboral".

Según Montaño, "las políticas públicas (de la región) no instrumentan servicios para brindar facilidades que eviten que hombres y mujeres tengan que conciliar para determinar quién se encarga de los asuntos domésticos: ese es el nudo principal, y si no se resuelve, no va a haber un progreso" en materia de discriminación de género.

Montaño estimó que "la falta de equidad siempre se explica como un problema cultural. Pero esto no se arregla sin políticas activas".

Por su parte, la experta uruguaya Karina Batthyany, del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, consideró que "al interior del hogar es diferente y es más atrasado de lo que se acepta a nivel de la sociedad". En particular, "el trabajo doméstico se sigue viendo como una responsabilidad femenina".

"En algunos países la reproducción social (cuidado de niños, adultos mayores, asuntos domésticos) es una responsabilidad colectiva, como ocurre en el caso del desempleo. Pero en América Latina esto no existe. Aquí hay una profunda injusticia social", dijo Batthyany.


Sexo, trabajo y dinero
"América Latina es el continente más desigual y también lo es en lo que respecta a las desigualdades de género, y el mercado de trabajo es un buen espejo, ya que allí sigue existiendo una discriminación de género. La brecha salarial es en promedio de más de 50 por ciento a favor de los hombres", indicó Batthyany.

En este terreno "hay muchos mitos, entre ellos que los costos laborales de la mujer son más altos, pero se demostró que son iguales, porque las licencias por maternidad las paga el Estado o la seguridad social".

"Las mujeres ganan menos porque se sigue considerando que el salario femenino es un ingreso secundario en el hogar, lo cual es absolutamente falso, porque hay muchas mujeres que son jefas de hogar", dijo la socióloga uruguaya.

"La OIT demostró que los costos laborales de la mujer no son mayores que los de los hombres", acotó en el mismo sentido la chilena Montaño, que consideró que en este aspecto que "hay elementos de orden cultural y una mirada sesgada de la maternidad".

Sonia Montaño estimó que pese a que "las mujeres han mejorado el nivel educativo, son incorporadas a trabajos más precarios y peor remunerados" y "finalmente, hay una segregación, porque los empresarios consideran que hay oficios exclusivamente masculinos". En consecuencia, "la brecha salarial se explica fundamentalmente por la discriminación de género".

El informe de la Cepal indica que "aún no hay conciencia plena de la gravedad de la violencia doméstica, que sigue siendo considerada como un delito menor".

Pese a que "se ha avanzado en la institucionalización de las políticas contra la violencia doméstica", la Cepal subraya que "persisten controversias" en cuanto a su "interpretación y definición" así como "importantes falencias presupuestarias y legislativas en su abordaje".

"La aplicación de la ley ha puesto de manifiesto el nivel de desconocimiento que todavía existe, los mitos acerca de la causa de la violencia, el peso de las creencias y los valores de las autoridades, así como el fuerte rechazo al cambio", en la mayoría de países de América Latina, afirma el reporte.

La Cepal cita como un "problema el uso y abuso de la conciliación, mecanismo que entraña riesgos en una relación de poder dispar y resulta ineficaz para resolver estos conflictos".

Además, afirma que "la pobreza constituye un factor de riesgo que hace más probable la aparición de violencia física en el hogar", y agrega que "las (mujeres) que sufren violencia doméstica son menos productivas en sus lugares de trabajo".

Las mujeres objeto de violencia física severa ganan sólo el 57% de lo recibido por las que no sufren este tipo de abuso y el 41% de las mujeres que no tienen un trabajo remunerado son víctimas de la violencia física grave. Esta proporción es de sólo 10% entre las que trabajan fuera de sus casas y perciben ingresos.

Sonia Montaño dijo que "las leyes de violencia doméstica están ahora siendo sometidas a revisión en América Latina" porque "ha dejado de ser un tema privado". No obstante "hay que mejorar la recepción de denuncias" porque los "policías no están preparados, intimidan a la denunciante, y no siempre le dan credibilidad, por lo que, para que le crean, la mujer tiene que llegar en estado grave".

La Jefa de la Unidad Mujer de la Cepal estimó como problemas "que la justicia trata de defender a la familia" como institución en sus fallos y que "la tolerancia social favorece la impunidad porque en general se cree que no hay que meterse".

Un informe de la Unifem (Fondo de Naciones Unidas para la Mujer) sobre la violencia doméstica en la región durante la década 1990-2000, reconoce la insuficiencia de registros estadísticos.

Lo mismo ocurre con el acoso sexual, dijo Montaño. Se trata de "una cifra oculta". Además, "no deja huellas. Hay un abuso de poder, intimidación, chantaje, miedo. Y también hay un tema de credibilidad. La mujer muchas veces no denuncia porque no quiere perder el trabajo. En general (el acoso sexual) se da desde una posición de poder".


¿Al poder?
La participación política de la mujer ha mostrado un "incremento notable en los últimos años, aunque en la mayoría de los países se mantiene un déficit significativo de mujeres en cargos políticos", dice el informe.

El único ámbito público donde hay "una tendencia positiva creciente" es en el nivel parlamentario, afirmó Montaño. "En cuanto a cargos ejecutivos designados, Chile es la excepción, pero es una señal más bien ideológica" y no implica una tendencia.

Según la Cepal, "la fijación de cuotas (mínimas y máximas) de participación para mujeres (y hombres) en candidaturas a cargos electivos y mandatos es el principal mecanismo adoptado en la región para promover la participación política de las mujeres".

"En los últimos años el ritmo de incremento de la participación política femenina ha sido muy importante, aunque el promedio regional todavía está por debajo del 30%", indica y señala como excepciones a Cuba (36%), Costa Rica (35%) y Argentina (31%). El promedio para 33 países de América Latina y el Caribe, la proporción de mujeres en el poder legislativo es cercana a 15%.

Según Latinobarómetro 2004, ante la consulta de si los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres, ningún país de los 18 consultados superó el 50% de respuestas afirmativas y en promedio la respuesta fue 28% afirmativa, destacando México (14%) y Uruguay (17%) por los mínimos, y República Dominicana (50%) y Honduras (40%) por los máximos.

Sin embargo, en Uruguay, donde no existe una ley de cuotas para la participación femenina en el legislativo, "donde más se ve la discriminación, es en todo lo que tiene que ver con lo público", dijo la socióloga Batthyany.

"La lógica del funcionamiento del sistema no está hecho para retener a las mujeres y su participación es absolutamente testimonial. Cuando se construyó el edificio anexo del Parlamento, no se previó inicialmente un baño para mujeres", ejemplificó.


Mujeres pobres
En 2003, el número de pobres en la región ascendió a 227 millones, de los cuales 102 millones vivían en la pobreza extrema, 44% y 20% de la población, respectivamente, según la Cepal, que añade que "las mujeres están claramente sobrerrepresentadas entre los pobres".

En efecto, el "índice de feminidad ajustado a la pobreza para América Latina presentó valores superiores a 100 tanto en las zonas urbanas como rurales, lo cual demuestra que hay una mayor presencia femenina en los hogares pobres", indica el informe.

También "la proporción de hogares con jefatura femenina ha aumentado en casi todos los países". Sin embargo, "el porcentaje de hogares indigentes encabezados por mujeres continúa siendo más alto que en el caso de los pobres y no pobres" y el ingreso de las jefas de familia es significativamente inferior al de sus pares varones.

Además, los "grupos de mujeres rurales, negras e indígenas de la región se encuentran en condiciones de extrema desprotección y vulnerabilidad" y "es paradigmática la sobrerrepresentación de mujeres indígenas y negras en el sector laboral más precario y peor remunerado, que es el del servicio doméstico".

Muchas veces se afirma que el ingreso de la mujer al mercado laboral provocó una crisis en la familia tradicional ya que antes la madre permanecía en la casa con los hijos, supervisando su crianza de cerca y vigilando sus estudios.

Pero Montaño y Batthyany rechazan ese argumento. "Los estudios demuestran que la salida de la mujer al mercado de trabajo repercute en una mejor educación para los hijos, en una mejor nutrición", afirmó Montaño.

"Esta crítica no se sostiene. Nunca se responsabilizó a los hombres por abandonar a la familia para ir a trabajar. Todos los progresos en la lucha contra la pobreza muestran que la contribución de la mujer es más eficaz que la del hombre", agregó la especialista, por lo que "se trata más bien de un argumento ideológico que busca quitarle responsabilidad al Estado". Batthyany por su parte afirmó que "el modelo de familia nuclear tradicional no supera el 40%".

"En el cambio familiar hay una revolución oculta en el pasaje de un modelo familiar a otro que no solo provoca la salida de la mujer al mercado de trabajo, sino que hay muchos cambios demográficos que también llevan a transformar a la familia, como el aumento de la expectativa de vida o que las mujeres antes no se divorciaban porque no tenían autonomía económica", dijo Batthyany.

Responsabilizar a la mujer por la crisis familiar busca "reforzar una ideología tradicional" y volver al anterior estado de cosas. Pero las mujeres, que han intentado a lo largo de los tiempos romper sus cadenas para escapar de la injusticia, la violencia y la sumisión, ya no quieren volver atrás.

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