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 domingo, 24 de octubre de 2004

El cazador oculto: La heredera de Freddy Krueger

Ricardo Luque / La Capital

Flash es el héroe más joven de la Liga de la Justicia. También el más rápido. Su velocidad es asombrosa, tanto como su ansiedad. No puede contenerse. Si algo lo molesta lo dice, si algo lo atrae corre para tenerlo. Y en eso no es diferente a los invitados VIP que colman los cócteles que por tal o cual motivo se organizan en la ciudad. Para conseguir un canapé son capaces de batir el récord de cien metros llanos de Carl Lewis. Quedó claro en el lanzamiento que con bombos y platillos hizo Multicanal de su nuevo cablemodem. La reunión, que reunió a la flor y nata de la sociedad mediática rosarina, arrancó con los discursos de rigor. Algo que nadie esperaba y que causó una incómoda impaciencia. "Recién va el segundo y ya no aguanto más", murmuró Charlie Bermejo ante un muchacho enjuto y pelo ensortijado que al escucharlo le lanzó una mirada reprobatoria. Y no es para menos. El más glamoroso de los cronistas de espectáculos de la aldea se había confesado nada más ni nada menos que ante el más joven de los ejecutivos de la oficina local del canal de cable. Sí, el bueno de Gabriel Sauro, que para disimular el mal momento se puso a aplaudir como loco el discurso de Julián García, su superior inmediato, como si fuera el solo de Jimi Hendrix de la Isla de Weight. A su lado Mariela Spirandelli, que lucía un trajecito turquesa que bajo la cruel iluminación del salón parecía incandescente, no podía ocultar la extrañeza que le causa la situación. El gerente de Multicanal había hablado con soltura, corrección y cierto histrionismo, pero, hay que decirlo, no era Juan Domingo Perón en la Plaza de Mayo. Ni mucho menos. Igual, cuando bajo del estrado, recibió felicitaciones y palmadas en el hombro. "¿Te largás a la política?", le disparó mordaz su colega de Telefé, Claudio Ipolitti, y estalló en una carcajada estentórea igualita a la del Guasón de César Romero. No escuchó la respuesta. Ni él ni nadie. Los mozos habían salido al ruedo y, con las bandejas cargadas con las delicias de Martha Cura, se esforzaban por hacer su trabajo y seguir con vida. Y, sobre todo, esquivar los manotazos que Valeria Schapira, como si se hubiera entrenado para actuar en "La hija de Freddy Krueger", lanzaba sobre los bocaditos. ¡Qué miedo!

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