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 domingo, 17 de octubre de 2004

Muestra "Palomas y caramelos"
Las voces de la resistencia
El Museo de la Memoria exhibirá desde el próximo viernes una exposición de objetos, fotos y cartas escritas en las cárceles de la última dictadura militar

Osvaldo Aguirre / La Capital

"En la cárcel la carta era una estrategia más, bajo censura, para preservar la propia identidad, para mantener los vínculos con el exterior, para pasar información en clave, para recomponer vínculos: para seguir viviendo". La definición pertenece a María de la Paz Georgiadis, integrante del grupo de voluntarias del Museo de la Memoria que preparó "Palomas y caramelos. Resistiendo con palabras", una muestra de cartas y objetos fabricados por ex detenidos políticos durante la dictadura militar en las cárceles de Coronda, Rawson, Sierra Chica, La Plata y Villa Devoto.

La muestra se exhibirá a partir del viernes próximo en el Museo de la Memoria, en la ex Estación Rosario Norte, fue preparada por Belén Bredice, Mariana Burich, Laura Chaer, Georgiadis, Sabrina Lagostena y Cecilia Troilo, e incluye un video con entrevistas a algunos de los ex presos que aportaron cartas y reflexionaron sobre su experiencia durante los años más oscuros de la historia reciente.

"En nuestra primera reunión surgió la necesidad de hacer una muestra a propósito del Congreso de la Lengua. Por una búsqueda personal, sugerí usar cartas. Salieron las de mi papá y después muchas más", cuenta María de la Paz Georgiadis, cuyo padre, Angel Georgiadis, fue detenido en 1975 y muerto en 1977 en la Unidad 9 de La Plata.

"Cuando empezamos a buscar material, a hablar con los ex presos -recuerda Sabrina Lagostena- el proyecto se fue transformando. Salieron un montón de cosas que no teníamos previstas. En el proceso de hacer la muestra la memoria apareció como algo que está vivo, que se está desarrollando".

El nombre de la muestra proviene de la jerga carcelaria. Paloma se utiliza todavía hoy para designar el mensaje clandestino que intercambian dos presos. "Caramelo era un documento microscópico, escrito en papel de cigarrillo, bien doblado, envuelto en celofán, quemado y que podía llevarse en la boca. Si había una requisa o un problema, los tragaban. Si no, los pasaban en las visitas o de un pabellón a otro", explican las organizadoras.


Vidas secretas
"Palomas y caramelos" apunta a redescubrir un aspecto pocas veces considerado de la represión: las formas secretas en que las víctimas mantuvieron su integridad y preservaron sus creencias y sus sueños. Ese redescubrimiento corrió por cuenta, en primer lugar, de los propios ex detenidos, ya que la invitación a participar de la muestra significó para ellos abrir cuadernos que hacía mucho tiempo estaban cerrados.

Los represores leían los mensajes de los presos y, según les pareciera, podían incautarlos o destruirlos. La escritura debía tener en cuenta una serie de normas. "Los presos no podían escribirle a cualquiera -explica María de la Paz-. No podían recibir cartas de cualquiera. Tenían que enviar una carta por sobre. Los decretos respecto a los materiales con que podían contar eran arbitrarios y cambiaban permanentemente". En Villa Devoto los detenidos debían anteponer al encabezado de las cartas los datos de la persona a la que le escribían.

"Hay cartas donde ciertas palabras -violencia, misterio- están tachadas. Es decir, había términos que no se podían utilizar", dice Cecilia Troilo. Los presos debían recurrir al ingenio para burlar la lectura del censor y transmitir lo que querían decir a sus interlocutores. "A veces escondían palabras dentro del discurso, que sólo el destinatario podía descifrar".

La lectura de los censores parece haber sido simple, incapaz de interpretar metáforas o alusiones a textos literarios o políticos. Poco después del golpe militar, en la etapa más feroz de la represión, un preso pudo producir "Historias del hombre", un folleto ilustrado donde se expone, con citas sin comillas de Karl Marx y Eduardo Galeano, la historia de los modos de producción, desde el esclavismo al capitalismo. "El mundo viejo se desperezará -concluye el relato-, extenderá sus amplios brazos para acoger a los hombres y mujeres, a los ancianos y a los niños, todos nos amaremos como hermanos, todos nos llamaremos compañeros".


Desde adentro
En otro texto recuperado por "Palomas y caramelos", un ex preso le advierte a su familia el 29 de marzo de 1976 -a cinco días de producido el golpe militar- que "esta realidad no va a cambiar invocando palabras mágicas ni ruegos divinos, sino que va a cambiar con la participación activa de todos". Otro, después de leer su nombre en una nómina de liberados, le escribe a su madre "a modo de despedida y de reencuentro", para agradecer su apoyo y su amor a lo largo de los cuatro años de cautiverio.

Las palabras sencillas, la apariencia inocente de las cartas, "escondían toda una estrategia para burlar la represión. En el propio uso de algunas palabras sencillas, comunes, de referencia inmediata, hay una apropiación del lenguaje que les permitió sobrevivir", dice María de la Paz Georgiadis.

Además de las cartas, "Palomas y caramelos" incluye objetos elaborados por los presos con los huesos que rescataban de la sopa. También se exhiben las herramientas: un puñado de clavos y alfileres que caben en una cajita de fósforos. Según Cecilia Troilo, "la organización de la muestra tiene un adentro, que es un trabajo biográfico sobre cada persona, para mostrar cómo era a través de su vida".

"Eso está tratado con la fotografía -cuenta Sabrina Lagostena-. Buscamos darle un marco referencial a las cartas, contando cómo fue la vida de esas personas, para que no quede como algo aislado y se pueda leer como parte de una vida".

En la mesa de trabajo del Museo se observan reglamentos del Poder Ejecutivo Nacional promulgados durante la dictadura. "Hablan de la correspondencia como beneficio y no como derecho -dicen las voluntarias-. Es decir que los guardias podían regular la entrega de cartas como querían. Cambiaban en forma permanente las reglas de disciplina, como una forma de desestabilizar a los presos". Según se lee en esos reglamentos, los detenidos podían mantener correspondencia con familiares previa censura, "la que sin perjuicio de otros controles podrá ser abierta, examinada, pudiendo ser retenida" y además debían escribir en "términos correctos".

Los hijos constituyen un tema constante en las cartas de los presos. El dolor de la separación, la preocupación por dejarles un legado, la ansiedad por el reencuentro en libertad vuelven una y otra vez. Un "cuaderno de padres", redactado por detenidos de distintas cárceles, es el documento más elocuente al respecto. Son textos escritos para chicos de distintas edades y para abordar distintas cuestiones: el egoísmo, la reproducción, entre otras. También hay cuentas: la Tortuga Ita, el Niño Estrella, El gatito Anchorena, son algunos de sus protagonistas. La letra se empequeñece para aprovechar al máximo el espacio y para que el cuaderno no se termine, porque en ese caso tenían que entregarlo a la requisa. Ahora esas páginas se despliegan para contar historias que debieron permanecer ocultas para llegar hasta el presente.

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La muestra exhuma materiales sorpresivos.

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