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 domingo, 17 de octubre de 2004

A tres años, fallo por un crimen a tiros en Las Flores
Diez años para un integrante de la banda de Los Garompas
Mató a un miembro de Los Monos, en un episodio de la sangrienta disputa entre dos grupos de zona sur

Jorge Salum / La Capital

La guerra entre las dos bandas, dicen quienes habitan en el barrio Las Flores, comenzó a gestarse en los límites imprecisos de finales de los 90. Y esa guerra es a muerte. Desde entonces ya hubo más de una decena de víctimas, aunque nadie sabe precisar cuántas suman exactamente. Uno de esos crímenes ocurrió el 8 de abril de 2001. Ese día la pelea entre un garompa y un mono también fue al todo o nada, y el que pudo sobrevivir para contarla ahora fue condenado. Lo sentenciaron a 10 años y ocho meses de encierro.

Pese a la secuencia de crímenes atribuidos al enfrentamiento entre estas pandillas, es apenas la segunda vez que un un caso se cierra judicialmente. Los otros asesinatos incluidos en la larga serie que la policía y los vecinos del barrio endilgan a esta escalada están impunes, y buena parte de ellos ni siquiera llegarán nunca a debatirse en un tribunal.

El pandillero que terminó condenado es Carlos Fabián Rivero, de 31 años e identificado como miembro de Los Garompas. Lo sentenciaron por el homicidio de Víctor Martín Pino, que al morir tenía 29. La víctima recibió dos certeros disparos de un revólver Tejano calibre 32 y los detalles del episodio demuestran la violencia que suele caracterizar a los enfrentamientos entre las dos bandas, tal como describen los atemorizados pobladores de Las Flores.


A los tiros por la calle
Aquel día fue Pino quien corrió a Rivero a los tiros por las calles del barrio. Lo alcanzó cuando ingresaba a un pasillo en Pasaje Peatonal casi Clavel. Y le disparó con una pistola Browning 9 milímetros que la policía reportó como robada.

No sólo Rivero resultó herido en una pierna. También fueron alcanzados por los proyectiles dos personas que no tenían nada que ver con los dos enemigos enfrentados a muerte. Eran un hombre y una mujer que fueron a parar al hospital y que luego tuvieron que narrar los sucedido ante los investigadores policiales y judiciales del episodio.

Tras abrir fuego a mansalva para dejarle un mensaje a su adversario, Pino se propuso huir del lugar y se trepó a la misma moto en la que había llegado persiguiendo a Rivero. No fue muy lejos. Este alcanzó a seguirlo y justo cuando el otro aceleraba abrió fuego. El 32 escupió varios proyectiles y dos de ellos dieron en el blanco. Los tiros impactaron en la espalda de Pino, quien murió en el acto.

En la época de este crimen todavía no se hablaba de Monos y Garompas, las dos pandillas de Las Flores. Al menos no más allá de las fronteras del barrio. Por eso el homicidio de Pino se atribuyó genéricamente a un ajuste de cuentas entre delincuentes comunes. Quienes habitan la zona, en cambio, ya sabían de qué se trataba.

Por eso no resultó fácil hallar testigos dispuestos a narrar lo sucedido. Quienes lo hicieron atribuyeron todo a un supuesto intento de robo. El propio Rivero lo contó de ese modo. En los códigos mafiosos de unos y otros, ningún caído en desgracia -esto es, en manos de la policía- admitiría jamás que la verdadera historia. Aquella que los lleva a enfrentarse a tiros sin medir las consecuencias.

Rivero fue sucesivamente procesado y condenado por homicidio. Primero lo hizo el juez Luis Giraudo y luego la Sala IV de la Cámara Penal. Pero mientras a él lo investigaban, la guerra entre Monos y Garompas entregaba nuevos y sangrientos capítulos. El 26 de mayo de 2001, es decir 48 días después del asesinato de Pino, un medio hermano suyo llamado Mario Alberto Fernández ejecutó la venganza. Ese día mató de un certero balazo a Pablo Sergio Rivero, que era hermano de Carlos Fabián. A Fernández, más conocido por su alias de Marito Pino, le dieron 15 años de cárcel. Ahora el mono Fernández y el garompa Rivero pasan sus días en la prisión de Coronda.

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