Opinión: La osadía recuperó a Ortega

Sergio Faletto / La Capital

La osadía fue, es y será el ingrediente indispensable para que el fútbol mantenga esa mágica cuota de lo imprevisible. Claro que la urgencia que impone el negocio se deglute con vértigo a los exponentes de esa habilidad. Síndrome devastador aún en un país generador de grandes futbolistas como la Argentina. Por eso cualquier atisbo de permanencia o recuperación de ese ingenio futbolístico es vital para mantener vigente la identidad del juego nacional. Y en este contexto se inscribe el retorno de Ariel Ortega. Todo un referente de ese fútbol criollo que hizo la diferencia por la picardía forjada en la cultura del campito. Humilde origen de una producción millonaria.

El Burrito es uno de los jugadores diferentes que parió nuestro medio. El que cualquier equipo quisiera tener, aún después de su larga inactividad. El movimiento mediático que se originó desde que surgió la posibilidad de su regreso no es casualidad. Dejando incluso al descubierto el malestar en sectores del poder porteño porque Ortega no volvía a través de River sino mediante un club del interior. Algo inaceptable para los profetas del negocio.

Pero Rosario se apropió una vez más del centro del escenario nacional e internacional. Se convirtió de nuevo en el eje de la noticia deportiva. Desafiando a los denominados "dueños de la pelota", metiéndose como un intruso en ese espacio vip donde los poderosos tienen todos los derechos y ninguna obligación. Como sucedió con los títulos que ganaron Rosario Central y Newell's Old Boys, como ocurrió cuando Diego Maradona vino al Parque, o cuando Menotti aceptó dirigir en Arroyito, o cuando Marcelo Bielsa fue elegido para dirigir a la selección nacional, y así tantas otras veces.

Hoy Ortega vuelve al fútbol y esto es lo importante. El Burrito jugará en Rosario y esto es lo gratificante. El jujeño está de regreso y la pelota recuperó un aliado. Y la gente renovó la esperanza de ver algo distinto.