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 lunes, 06 de septiembre de 2004

Sembrar la semilla del trabajo
El programa de Agricultura Urbana recibió una distinción por parte de la ONU

Clarisa Ercolano / La Capital

El programa de Agricultura Urbana de Rosario se inició a fines del 2001 con el objetivo de que los desocupados pudieran producir y generar un ingreso a través de la venta. Promoción Social de la Municipalidad se asoció con otros organismos estatales vinculados con la temática y lo implementó. Luego de capacitar a las personas, se les dieron semillas y elementos para cercar y trabajar la tierra y una vez que la producción estuvo lista se organizaron las ferias, "cuando en la primera se vendió todo, no lo podían creer", recordó Antonio Latuca, encargado de dirigir el programa. Hoy el esfuerzo rindió frutos y se hizo merecedor del premio UN-Habitat ONU como una de las 10 mejores prácticas del mundo para mejorar la calidad de vida. 800 huertos comunitarios, más de 10 mil familias beneficiadas, cinco ferias y una agroindustria social lo ameritan.

  Sin embargo el proceso que ahora será galardonado en el ámbito mundial debió pasar por distintas etapas hasta consolidarse. La primera fue la identificación en cada barrio de los terrenos libres, que luego se recuperaron y acondicionaron para el cultivo y la segunda fue la del asesoramiento y aprendizaje para llevar adelante las huertas.

  De la producción para consumo personal sobrevino el desafío de la venta y ahora el objetivo está centrado en que, quien cultiva, pueda disponer de ese terreno siempre y cuando lo haga respetando las pautas ambientales y solidarias que establece el programa.

  Por lo general, los huerteros están muy conformes con el resultado de su trabajo, algunos ya aprendieron a cultivar en sus casas y reparten las tareas entre los distintos miembros de la familia. Muchos ya tienen su clientela y remarcan que su producción es "diferente, natural, tiene otro gusto y dura más sin necesidad de conservantes", además, está libre de agroquímicos y tiene el mismo precio que cualquier otra verdura cuando por lo general los productos orgánicos son mucho más caros dentro de la oferta comercial tradicional.

  Los productores además se empeñan en que la presentación y conservación de sus productos sea la adecuada y valoran la oportunidad de realizar cursos y adquirir nuevos conocimientos. Es fácil percibir el orgullo y la dignidad que sienten y que los empujan a seguir adelante.

  Pero producir y vender no son los únicos objetivos. Todos saben que es necesario trabajar la tierra correctamente sin alterar el medio ambiente y así es como también aprendieron a fabricar sus propios fertilizantes naturales.

  Si bien la cara más visible de este plan está en las bandejas de verdura y los frascos que se ofrecen en los distintos puestos de las plazas también existen otras áreas laborales que empezaron a consolidarse, como la fabricación de herramientas y cercos, la elaboración de cosméticos naturales y la plantación de plantines aromáticos y medicinales. Y eso no es todo, los incansables huerteros también quieren cultivar flores, hongos comestibles y árboles y frutas de mayor tamaño y hasta contar con sus propias maquinarias y movilidades.

  Con los 30 mil U$S que obtendrán por el premio podrán hacerlo, pero sobre todo con la voluntad que en ellos no escasea.

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Los huerteros ofrecen sus mercaderías en distintos puntos de la ciudad.

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