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 jueves, 08 de julio de 2004

candi
-"Algun día los locos moveremos al mundo... o ya lo estamos moviendo. Te paso el balón: si al mundo entero le quedaran veinticuatro horas de existencia, todas las líneas de teléfono, los chats y correos electrónicos se saturarían de personas que llamarían a alguien para decirle: "Lamento haberte hecho sentir mal", "perdóname", "te quiero", "te estimo" y hasta algunas veces: "Siempre te amé, pero nunca te lo dije. Hoy te paso el balón de la amistad a ti, reenvía esto a tus verdaderos amigos incluyéndome a mi. No te sientas mal si nadie te regresa el correo, al final sabrás que tú conservas el balón para otras personas más". Este es el fragmento de un mail que me envió Elizabeth, un mail muy lindo donde expresa muchas cosas ciertas y una de las más ciertas es precisamente que si al mundo le quedaran 24 horas de existencia todos correríamos a hacer lo que tal vez no hicimos durante años: reparar que el prójimo existió a nuestro lado, que tuvo necesidad de nosotros y que no estuvimos allí, al menos como debiéramos estar.

-Si al mundo le quedaran 24 horas de existencia entonces comprenderíamos que lo más importante no es el auto, ni la casa, ni el reloj suizo, ni la cuenta bancaria, ni la cena en el restaurante de moda, ni nada de esas cosas. Comprenderíamos lo que ya sabemos, pero que las cosas del mundo no nos dejan ver claramente: lo más importante es el prójimo, ese que tenemos inmediatamente a nuestro lado: nuestros hijos, la pareja, la hermana, el amigo, los papás e inmediatamente también el otro prójimo ese que no se conoce mucho pero que es un ser humano como nosotros, con tantas esperanzas y tantas desdichas. Ese que pasa a nuestro lado afligido y que a veces ni miramos porque estamos muy involucrados con lo nuestro.

-Una señora me ha escrito un mail a propósito de un tema que tratamos aquí: las personas mayores que viven en el hogar, carentes de afecto y hasta olvidadas. Dice que ella dedicó su tiempo y su vida a su mamá y que ella misma se transformó en un ser abandonado de su familia y del mundo porque nadie reconoció ni reconoce su abnegada tarea. Mañana voy a reproducir esa carta y voy a hablar sobre ello, pero en principio y como el tema está vinculado al de hoy, diré una cosa.

-¿Qué cosa dirá, Candi?

-Partamos de algunas preguntas: ¿cómo es posible que Moisés, que dejó las riquezas que tenía al lado del faraón para deambular durante años por el desierto con todo un pueblo al que quería liberar, en cierto momento es traicionado? ¿Cómo es posible que Jesús, que amó y repartió gracias de todo tipo, que enseñó el camino para una existencia en paz haya sido torturado y crucificado? ¿Cómo es posible que un pastor de color, como Martin Luther King, por luchar por la no discriminación racial haya sido asesinado? Estas y otras preguntas sólo pueden tener respuesta en el resultado final de tantas otras actitudes sublimes. Moisés, aunque no pudo atravesar el Jordán, observó que su tarea se cumplía, que su pueblo al fin arribaba a la tierra que había sido prometida. En la resurrección de Jesús hay un gran testimonio sobre el sentido de la entrega que a veces es dolorosa. Jesús dejó un legado y aunque no todos lo aplicaron ni aplican hay gente que procura por todos los medios seguir y cumplir con sus principios. Martin Luther King logró un paso fundamental, un hito trascendente para la humanidad. Tal vez debamos comprender que cuando damos, cuando amamos, cuando servimos, debemos hacerlo sin aguardar ningún tipo de recompensa, al menos de los hombres, y que el único pago será la satisfacción, la dicha de haber podido ser una herramienta, aunque minúscula, de la voluntad de Dios (para los ateos será el cumplimiento de un principio de vida o regla moral). Un Dios o una creación empapada de amor que lo da sin pedir nada a cambio y que da incluso a quienes nos olvidamos de tanta entrega. Amar no debe ser un pacto con los hombres, sino un pacto entre uno y la "verdad". Aquellos que han amado sublimemente, como tantos grandes hombres, no lo han hecho por esperar un agradecimiento, ni siquiera de Dios, sino por estar más cerca de El. No obstante, debe saberse que la gente que, como esta señora, da sin recibir debe tener fe en que la divinidad o la vida, contrariamente al hombre, siempre paga. Bueno, como Elizabeth, les paso el balón: no hay que esperar al fin de la vida para recordar las cosas más importantes.

Candi II

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