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 domingo, 13 de junio de 2004

Córdoba: A rodar la montaña
Descenso en bicicleta desde el parador El Cóndor hasta Copina, en el viejo camino de Altas Cumbres

Marcelo Castaños / La Capital

Bajar 500 metros en una hora y media no remite ni a una caminata, ni a una cabalgata, ni mucho menos a un descenso en paracaídas ni en parapente. ¿Cómo y dónde se bajan quinientos metros y 20 kilómetros de recorrido en una hora y media? Hay una forma, hermosa, aventurera e íntegra, la de "tirarse" en bicicleta por el viejo camino de Altas Cumbres desde el parador El Cóndor hasta Copina, provincia de Córdoba. Una experiencia que invita al regreso, pero que también requiere un esfuerzo adicional al que implica el simple paseo en bicicleta de montaña en la sierra, porque -salvo que alguien lo esté esperando en la ruta- después hay que pedalear con un esfuerzo no apto para cualquiera hasta la próxima población.

Hasta 1987 las Sierras Grandes eran un obstáculo difícil de sortear. Llegar desde Carlos Paz hasta Mina Clavero por el camino de cornisa era una aventura que los memoriosos asocian con autos rotos. Había un transporte público, "El Petiso", que hacía el trayecto y cuyos choferes los lugareños tildaban poco menos que de héroes. Era un camino que todos conocían como el de los puentes colgantes: un sendero de cornisa que sorteaba la famosa Pampa de Achala por las Altas Cumbres cordobesas.

En la década del 80 se construyó la ruta de las Altas Cumbres, una calzada moderna y fabulosa que permite llegar hasta Mina Clavero en un simple trámite, y que unió definitivamente el valle Traslasierra con el resto de Córdoba.

Buena parte de esa ruta, asfaltada y señalizada, se hizo sobre el viejo y peligroso camino de ripio que hasta hacía poco recorría el intrépido "Petiso" y que no cualquiera se animaba a transitar. Claro, la peor parte, la más atractiva y peligrosa del viejo camino, quedó afuera de la nueva traza.

Esto hizo que un trayecto de unos 20 kilómetros, justamente los que contenían los puentes colgantes, quedaran fuera de la nueva ruta y condenados al olvido (salvo por los rally que se realizan periódicamente en el lugar).

Ese camino, que ya de por sí era complicado y peligroso, se volvió intransitable después de su abandono. Es un trecho que va desde el parador El Cóndor (unos cinco kilómetros después de la Quebrada del Condorito) hasta el casi fantasma Copina, un pueblo donde las casas abandonadas resaltan por sobre las habitadas, pero que el rally revive de manera asombrosa.

Ese camino sólo puede ser transitado por vehículos 4x4, a pie o en bicicleta, en una aventura que no da lugar al olvido. Y eso hizo La Capital, en un recorrido que incluyó bajadas vertiginosas, "willies" antes y después de las rocas, pedaleadas a paso de hombre y saltos en el aire, con algunas cuotas de adrenalina no esperadas, y siempre con el paisaje imponente del valle allá a lo lejos.


Sobre ruedas
Las bicicletas llegaron hasta el parador El Cóndor, a unos 2.000 metros sobre el nivel del mar. Allí se llega por el camino de Altas Cumbres. Y hay tres modos de hacerlo: en bicicleta (medio menos recomendado por el esfuerzo que implica); cargando las bicis en auto (fue una de las opciones que se utilizaron en esta aventura) o trasladándolas en transporte público. En el último caso hay que tener en cuenta que las distintas empresas tienen diferentes exigencias (algunas no permiten llevar bicicletas armadas). Lo cierto es que de distintas formas las bicis llegaron al lugar. Era cuestión de prepararlas y lanzarse.

Agustín ([email protected]) fue guía, asesor y hasta mecánico de ruta en el trayecto, que se puede hacer sin guía pero siempre viene bien hacerlo con algún amante del ciclismo de montaña. Por experiencia, se sugiere a un principiante no largarse solo.

La lanzada ya es alucinante. Las bicis se largan por un camino que no se sabe adónde llegará. Es de ripio, puede parecerse a cualquiera no pavimentado, pero a medida que pasa el tiempo adquiere formas y presenta obstáculos que cualquier chico envidiaría. El camino se hace sinuoso y al mismo tiempo empinado. Las curvas obligan a frenar permanentemente y ahí se pone en juego la calidad de la bici que cada uno llevó.

Por momentos, las bicicletas marchaban juntas, pero en otros trechos cada uno dosificaba su propia adrenalina y se largaba ruta abajo desafiando los frenos. A veces, los integrantes del grupo dejaban de verse unos a otros, hasta que el primero decidía detenerse y esperar al resto.

Los puentes son un atractivo en sí mismos. Tienen sus costados de hierro y el piso está hecho de listones de madera abulonados. En algunos falta algún que otro listón. Y en uno, el deterioro es tal que directamente se lo inhabilitó y se trazó un camino por el costado. Uno de los puentes ofrece la vista maravillosa de una quebrada, a la que incluso se puede bajar para llegar al agua.

Ya bien avanzados, se empieza a ver el manchón gris de Villa Carlos Paz, y a lo lejos, mucho más grande, el de la misma ciudad de Córdoba. De pronto, tras un codo, se observa un pequeño caserío. Es Copina (1.480 metros), el paseo llega a su fin, aunque todavía falta el esforzado tramo hasta Villa Carlos Paz por el pavimento. Pero esa es otra historia.

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El recorrido se puede hacer en 4X4, a pie o en bicicleta.

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