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 domingo, 13 de junio de 2004

Placeres en crisis
Disfrutar sin culpas

"Qué extraña cosa, amigos, parece ser eso que los hombres llaman placer!", decía Platón hace más de dos mil años, acaso sin saber que aquella sensación mantendría su vigencia a través de los siglos.

El placer, definido por el diccionario como "satisfacción, sensación agradable producida por la realización de algo que gusta o complace; diversión, entretenimiento", es una percepción tan vital y reconfortante como compleja dentro de la psiquis humana.

Contrapuesto al dolor, es muchas veces difícil poder darle al placer un lugar en tiempos de malestar, o porque aparece la culpa o bien porque la misma adversidad o vorágine de la vida no deja resquicios para disfrutar.

"¡Cuán admirablemente (el placer) está relacionado por naturaleza con lo que parece ser su contrario, el dolor!", remarcaba el filósofo griego. Desde la psicología, el psicoanálisis y la filosofía se buscó dar cuenta de las contradicciones, obstáculos y límites relacionados con el placer, en tanto los vínculos interpersonales y la cotidianeidad social le imprimen a la vida su propia complejidad de los hechos y las circunstancias.

Situaciones gratificantes

"En la actualidad hay cuestiones placenteras que se viven con culpa porque el discurso de la crisis tiene una dimensión muy grande y porque lo económico parece invalidar las situaciones de placer", dijo la psicoanalista Patricia Malanca.

Expresó que en el argentino medio se "instaló el discurso de la crisis como organizador del malestar, que altera y amortigua los efectos que la misma crisis produce".

Malanca remarcó, ubicada en una línea divisoria entre la década pasada y el momento actual, que "una posibilidad de salida de la crisis debe implicar también alguna instancia reguladora sobre la precarización de los vínculos que la corriente neoliberal dejó, ya sea en el contexto afectivo, social o laboral".

Expresó que "el que vivió otros momentos diferentes tiene una posibilidad de moverse en este juego de placer y displacer desde otro lugar, pero para los que han vivido crisis permanentes es más difícil darle valor a las pequeñas cosas".

Asimismo, hizo referencia al fortalecimiento de las relaciones familiares como fuente de bienestar, teniendo en cuenta que desde lo intrafamiliar se favorece la reproducción de vínculos sólidos, estables y placenteros hacia lo extrafamiliar.

Por su parte, la psiquiatra y psicoanalista Silvia Melamedós, docente universitaria y didacta de la Asociación Psicoanalítica Argentina, también se refirió a la culpa como obstáculo para vivir situaciones placenteras, al tiempo que marcó como principal inhibidor del placer las condiciones materiales adversas que atraviesa mucha gente.

"Está instalado el sentimiento de culpa, se escucha decir: «cómo vas a disfrutar o buscar tal bienestar si otro no come», y esto va desde lo más grande hasta lo más chiquito, y terminamos todos achicando para abajo", destacó.

Remarcó que el placer aparece contrapuesto a la tensión y la crisis y que en ese sentido toca a todas las generaciones, y señaló que "en estos momentos, el placer del hacer está absolutamente negado por la necesidad del hacer para comer".

No obstante, destacó que el ser humano tiene recursos como para poder sobrevivir a situaciones terribles y desgastantes, tras lo cual introdujo el tema de la salud asociado al placer.

"Disfrutar aumenta, a nivel neuroquímico, las defensas; sabemos que en las situaciones de depresión las defensas bajan y se crean las condiciones para dejar pasar a las bacterias, virus, microorganismos que nos rodean", expresó.

Melamedós definió el placer como "la capacidad de disfrutar o de gratificarse con las cosas comunes de la vida o con cosas especiales muy puntuales, a veces pequeñas, a veces instantes".

Para Roxana Kreimer, licenciada en filosofía, docente, becaria del Conicet y fundadora de la Asociación Argentina de Filosofía Práctica, "el placer es uno de los afectos fundamentales y como tal casi indefinible y relativo".

Al plantear que en el mundo contemporáneo el placer sexual ocupa un lugar privilegiado en el imaginario colectivo, Kreimer expresó que "hemos perdido el ideal de algunos placeres deseables: el de la serenidad, el de la vida tranquila".

En este plano, Malanca destacó que no hay una llave para alcanzar el placer. "Ninguna regla de búsqueda de la felicidad vale para todos, cada uno buscará la manera en que pueda ser feliz y en esto jugará su papel la constitución psíquica de cada uno y las circunstancias exteriores", completó.

Redes sociales

En la búsqueda del placer y el bienestar, siempre se transita por el sufrimiento como una condición inherente a la existencia humana, coinciden los especialistas.

Los expertos señalan que allí se procesan los propios límites, la contención de la agresividad, los miedos y la incertidumbre, aunque el modo de afrontarlo es lo que permite o no, darle un espacio al placer.

De este dolor, que aparece opuesto y vinculado al placer, habló el creador del psicoanálisis, Sigmund Freud, cuando clasificó los tres tipos de sufrimiento que padece el ser humano: el que le provoca la naturaleza con sus fuerzas destructivas, el que proviene del propio cuerpo, condenado a la enfermedad y la muerte, y el que produce la interrelación con otros seres humanos.

Y decía que este último es una de las mayores causas de displacer y que a pesar de que se puede considerar evitable, es tan o más inevitable que cualquiera de las otras.

"Lo que el ser humano le hace al ser humano escapa a la comprensión, es capaz de lo mejor y de lo peor", sostuvo la psiquiatra Silvia Melamedós, tras puntualizar que, no obstante, las redes sociales son la mejor posibilidad de sobreponerse a las circunstancias de la vida.

Precisó que "la red humana es una fuente de salud y es en el encuentro donde se genera placer" ya que así como las relaciones interpersonales generan malestar, son la causa de mayor placer.

Pero a veces el temor al dolor o la visión de la realidad como fuente de tanto sufrimiento y displacer, obstruye la posibilidad de sentir placer y de acudir al encuentro con otros.

Para la psicoanalista Patricia Malanca, esta situación "lleva a optar por caminos tales como el aislamiento del ermitaño, la locura con sus representaciones delirantes, la anestesia de la realidad del toxicómano o el suicidio".

También agregó que "la negación de la muerte y el sueño de la eterna juventud serán formas ilusorias de apartarse del dolor".

Para la investigadora en filosofía, Roxana Kreimer, nadie está a salvo del dolor, y marcó algunos factores que agudizan el sufrimiento como el dolor sorpresivo o el mismo miedo al sufrimiento.

Finalmente, expresó que si bien algunos de los sufrimientos decisivos "son inevitables y no dependen de nosotros, hay algo que sí está en nuestro poder y es el modo de reaccionar frente a lo que nos sucede".

Marta Gordillo

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